Foto: QUadratin / A sus 90 años, Leonel Ramírez fabrica los dulces y atiende el negocio, pero cada vez se le complica más sostenerlo  

A don Leonel Ramírez, artesano de los ates en Morelia, le sobreviven un hijo y algunos nietos. Si a ninguno de ellos les interesa este oficio, se perderá quizá el último artesano de esta actividad en la ciudad, ya que quienes hacen ates actualmente en la capital michoacana han industrializado el proceso.

El señor Leonel atiende, ya cansado debido a sus 90 años, la tienda y fábrica artesanal de ates llamada La Providencia, que se ubica en la calle de García Obeso justo detrás de Catedral.

“Cuando yo llegué aquí se vendía mucho más, la gente que venía de afuera, de México, de Guadalajara, de Querétaro o de cualquier lado, venía a los ates aquí, eran grupitos de 10 o 12 personas, tan es así que mi esposa y sus hermanas pudieron comprar la casa con el puro trabajo”, comenta.

Hoy en día las cosas han cambiado, expone el hombre, porque muy poca gente visita La Providencia, “para un negocio se necesita tener bastante de todo, y cuando no hay mucho en un negocio, como ahorita que no tengo gran cosa, a la gente no le gusta, da la media vuelta y se va. Se necesita más, hay que invertir y ya una persona que tiene tanta edad como yo, ya no es fácil”, expresa.

El hombre entiende su realidad, porque a los 90 años ya es complicado realizar algunas cosas. Avisa que en unos meses, quizá medio año más, tenga que dejar el negocio.

“Voy a dejar de funcionar, porque ya me di cuenta de que mi salud, mi fuerza, ya se acabaron”. Pienso que me meteré en algún hospicio, o alguna parte donde haya personas como yo, de mi edad, para estar entre ellos.

“Pero así, ya que esté con el pendiente de que hay que pagar esto, hay que pagar lo otro, o aquello, siento que ya va a ser cosa del pasado para mí, porque realmente ya no puedo”, declara.

Don Leonel cuenta que tiene un hijo. Tuvo tres, pero dos de ellos murieron en abortos espontáneos.

No sabe si su hijo tomará el negocio o no, lo que sí cree es que va a vivir en la vieja casona de García Obeso, donde está La Providencia, un inmueble de más de 400 años de antigüedad. También hay un nieto que podría interesarse, pero lo ve aún indeciso, porque duda mucho, cuenta.

LEG