En los sistemas parlamentarios, el perdedor de las elecciones se convierte inmediatamente en líder de la oposición. El que no ganó los suficientes votos para convertirse en Jefe de Estado o de Gobierno, inmediatamente desde el Congreso, es una molesta piedra en el zapato del triunfador.

No necesariamente es una mejor forma de conducir un país. En Europa se vive una crisis -que casi alcanza ya los 20 años- donde están paralizados: ni la izquierda o la derecha triunfan solos, y tienen que aliarse con mini partidos de pésima reputación, y que son extremos peligrosos. Sí, comunistas trasnochados o vulgares neo nazis.

En el sistema presidencialista el ganador se lleva casi todo, y el perdedor no se lleva nada. Pregúntenle a Cárdenas, Labastida, Josefina Vázquez Mota, Anaya o Meade. Aquí el que se instala en la casa presidencial es dueño de todos los contratos, de todas las opciones y toda la política gira en torno a su figura.

Efectivamente, un buen candidato presidencial aunque quede en segundo lugar, puede influir al electorado a equilibrar las cosas, en las cámaras legislativas, pero en realidad poca gente vota de manera diferenciada.

Es más, en 2024, lo que está en juego más allá de contratar Presidente, nueve gobernadores, renovar la totalidad del Congreso de la Unión y casi todos los congresos locales, y cambiar alcaldías, es: se queda el modelo 4T o adiós al lopezobradorismo. Así de fácil.

Por eso entusiasma Xóchitl Gálvez quien ha sido en realidad la única persona que se ha atrevido con resultados a desafiar la popularidad de AMLO que en algunos estados llega hasta a setenta por ciento. Ella de ser aspirante a la candidatura por la Jefatura de Gobierno, en siete semanas es la que encabeza las preferencias presidenciales del Frente Amplio Opositor.

Lo anterior demuestra dos cosas: que es un gran fenómeno socio digital por un lado, pero por el otro que la pepena de las clases medias y el anti lopezobradorismo se conformó con lo primero que encontró, ya que la caballada realmente estaba raquítica (Creel, Téllez, Aureoles, Gurría, Quadri y amigos).

En la casa de enfrente poseen 23 gobernadores y todo el aparato gubernamental federal para lograr su objetivo; mientras que en la oposición -si bien es cierto que con millones de enojados- nueve gobernadores, que están muy divididos.

Están más preocupados por cederle la silla a su gallo -donde habrá renovación- e intentando meter a sus amigos a las alcaldías claves, y diputados cuates a sus congresos locales y al federal. Es decir, no trabajarían para el candidato opositor. Ellos andan en lo suyo, no nos engañemos.

Recordemos que dos son emecistas, Samuel García-Nuevo León y Enrique Alfaro-Jalisco. Este último ya tiró la toalla. Ellos buscan reafirmar ser segunda fuerza.

Dos tricolores (que llegaron por alianza) no tienen mucho que aportar a la federación Esteban Villegas-Durango y Manolo Jiménez-Coahuila. Además ¡representan al impresentable de Alito Moreno!

Cinco panistas: Tere Jiménez-Aguascalientes, Maru Campos-Chihuahua, y Mauricio Kuri-Querétaro que se quedan; Mauricio Vila-Yucatán y Diego Sinhue-Guanajuato estarán concentrados en dejarle las llaves a un correligionario. Esa es su tarea, meta y compromiso. Lo demás, no es asunto suyo, ni destinarán un solo centavo a ello.

Es decir, aunque entusiasme mucho Xóchitl Gálvez, sus posibilidades son casi nulas. Sé perfectamente que muchos enojados con AMLO harán todo lo posible por apoyarla, e intentarán llevarla a Palacio Nacional, o que regrese a Los Pinos, como símbolo de derrota de la 4T.

Pero las posibilidades reales de triunfo son complejas, difíciles, y poniéndolas en una balanza del poder real, más allá de filias y fobias: inviable.

*Periodista, editor y radiodifusor

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