“La mamá no se da por vencida, para la mamá no hay tiempos perdidos, para la mamá no hay barreras. Las mujeres tenemos un gran valor y si lo aplicáramos para más aspectos de la vida, no nos dirían que somos el sexo débil” Hermelinda Ruiz
Foto: Carlos Ángeles / “La mamá no se da por vencida, para la mamá no hay tiempos perdidos, para la mamá no hay barreras. Las mujeres tenemos un gran valor y si lo aplicáramos para más aspectos de la vida, no nos dirían que somos el sexo débil” Hermelinda Ruiz  

“Aprovecho estos espacios, porque parece que sólo el 10 de mayo existimos, pero somos mamás todo el año”, dice Hermelinda Ruiz, madre buscadora y, como a ella le gusta llamarse, defensora de derechos humanos.

Y es que, además de madre, Hermelinda ha debido defender sus derechos y los de su hijo Roberto, a quien busca desde que desapareció en 2010… Pero también los de miles de personas de quienes no existe rastro.

–¿Quién eres?

“Soy Hermelinda Ruiz Compeán y busco a mi hijo Roberto Córdoba Ruiz, quien desapareció el 22 de agosto de 2010 en Tamaulipas”, responde, porque su nombre y el de su hijo desaparecido ya son parte de ella, son uno, son lo mismo.

De antemano pide disculpas por si, en algún momento, se le quiebra la voz o se le escapa el llanto. Nada qué disculpar.

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La historia de Mina, como cariñosamente le llaman sus cercanos, se compone de casi 13 años de formar parte de varios colectivos, tantos que prefiere no mencionarlos por no omitir alguno.

A todos les agradece el acompañamiento que le han dado por más de una década.

“Si me permites, te voy a contar mi historia”.

Una historia contada numerosas veces por ella y por quienes se han enfrentado a la falta de empatía y de apoyo de las autoridades en todos los niveles.

Historias que coinciden en respuestas predeterminadas de ministerios públicos, policías y políticos llenos de prejuicios.

“Se fue con el novio”, “en algo andaba”.

-¿Qué es lo más difícil?

Para que Mina pudiera levantar el acta de desaparición de su hijo debió pasar un año, tras saltar de oficina en oficina, lugares donde nunca hubo intención de implementar un pronto protocolo de búsqueda, rastrear patrones en sábanas de llamadas, o algún paso que diera la tranquilidad de que hay autoridad o intención de encontrarlo, de ayudar.

“No solo no hay empatía, sino que son tus enemigos, o parecen ser tus enemigos”, asegura.

“Lo segundo más difícil es buscar… Una vez que chocas de frente con la incompetencia de las autoridades”, suelta con un tono de desilusión.

Mujeres como Mina toman en sus manos una búsqueda llena de riesgos y peligros.

Cargan miedos, palas y varillas. Se han adentrado en lugares donde podrían obtener un rastro, una pista. Aprenden de procesos legales y hasta medicina forense.

“Matan a las madres no cuando andan en la búsqueda”, a ellas las matan poco a poco, a través de la impunidad.

“Al parecer en este país la impunidad es rampante. Y para usar el porcentaje que dio la Comisión contra las Desapariciones Forzadas de la ONU, ellos dicen que tenemos un 99% de impunidad, yo les digo que gracias por dejarnos un elegante 1% para defendernos, pero en la experiencia tenemos un 100%, que significa tener permiso para delinquir”, condena la activista.

Yo busco en vida

¿Cuál es la diferencia de buscar en vida y no en una fosa?

Ella confía en su sentir, en su corazonada que perdura a pesar de casi 13 años. Ella conoce a quien se llevó a su hijo Roberto. Un exempleado a quien sólo citaron a declarar como testigo, después de 10 años… Y dejaron libre por falta de pruebas.

“¿Cómo voy a tener pruebas, si nadie investiga? No son mis atribuciones; si investigo estaría cometiendo un delito”.

Sus compañeras, las mujeres que buscan en campo, tampoco pueden hacer mucho una vez que encuentran restos en fosas, sólo montar guardia hasta que llega una autoridad, porque eso les han indicado en las capacitaciones, donde les explican los protocolos a seguir.

Volver a esperar.

Mina confiesa que le es muy difícil no llorar y nombra dos películas, en las que se siente retratada, “Ruido” y ”La Civil”. Ambas muestran sólo parte de su experiencia, que parece ser parte de un guión, de una película, de la ficción.

Llegó a los colectivos tras dos experiencias negativas. Primero a un grupo donde hubo jaloneos por el protagonismo o por empujar causas personales. Luego aprendió lo que es trabajar una carpeta de investigación.

“Afortunadamente encontramos a muchos vivos, desgraciadamente los muertos venden más”, ironiza mientras narra su encuentro con estos grupos, que en su mayoría se conforman por 80% de mujeres, según sus cálculos.

Una madre buscadora sabe dónde se perdió su hijo, esposo, su ser amado, pero no dónde lo hallará y eso significa un problema de jurisdicciones. Hermelinda se separó porque en los primeros colectivos en que participó, se buscaba en muerte.

Siguiendo su corazonada fundó un colectivo de buscadoras en vida, lo que significó un proceso totalmente distinto.

“Yo tengo que buscar en vida, porque tengo poco tiempo”, insiste.

Para ella su hijo la necesita y por ello se aferra a este nuevo proceso, que incluye registros en penales. “No se los llevaron para rezar, se los llevan para delinquir”.

Para Mina, la justicia que espera es encontrar a su hijo, no espera que el culpable reciba castigo porque es consciente de la impunidad.

“Yo quiero a mi hijo, no quiero al culpable”, sentencia con un indescriptible dolor.

Confía en que su informante, al ser exmilitar y ella ser viuda de uno, le dice la verdad, por lo que reconoce con esperanza que hubo honor en esa institución y algún rastro de ello perdura.

“El control se perdió en la administración de Vicente Fox, Calderón actuó de buena fe, con Peña Nieto hubo un paso con la Ley General en Materia de Desaparición Forzada de Personas. Pero el gobierno actual es donde sólo hay promesas y recursos sin resultados, el gobierno actual es el peor“. suelta con firmeza.

–¿Qué le dirías si lo tuvieras de frente?

–Nada, no le diría nada, porque no le creo nada.

“Nos matan en México porque se puede” es una frase de los colectivos de buscadoras, pero que refleja el sentir de miles de personas que hoy buscan a sus seres queridos, que un día desaparecieron sin dejar rastro.
“Lo que no hagas tú, nadie lo hará por ti”, es una de las principales enseñanzas que le ha dejado más de una década de búsqueda.

Además, también aprendió que las mujeres no necesitan ser ricas o preparadas para no perder la fuerza y la esperanza. Pero el descubrimiento más importante para ella es su fuerza para mantener la lucha, para seguir buscando.

“La mamá no se da por vencida, para la mamá no hay tiempos perdidos, para la mamá no hay barreras. Las mujeres tenemos un gran valor y si lo aplicáramos para más aspectos de la vida, no nos dirían que somos el sexo débil”, lanza con orgullo.

La búsqueda de un familiar implica grandes costos personales, pero no sólo para ellas sino para toda la familia.

Y es que su hija no sólo perdió a su hermano, también perdió a su madre, quien concentró toda su atención en hallar a Roberto, visitando penales, terrenos baldíos, instancias internacionales. Juntas se han enfrentado a una crisis de desapariciones que aqueja al país.

“Sólo hay dos formas en que dejemos de buscar, o los encontramos o nos morimos”, presume Mina.

La mujer sabe que México tiene buenas leyes, los que no son confiables son quienes deben y tienen la obligación de aplicarlas.

“Nos falta valor. Cuando la sociedad pierda el miedo de denunciar y actuar podremos salir de la crisis y la oscuridad en la que nos encontramos”, sentenció.

Sólo el 10 de mayo la sociedad voltea a ver a las madres buscadoras, que este año salieron a gritar a las calles, para que supieran que siguen en la lucha, al grito “no hay nada qué festejar”.

–¿Qué le dirías a tu hija?

“Es el tesoro que me queda, porque ella paga con su tiempo y con su salud. Le insistí en que hiciera su vida, que tomara su camino, pero la respuesta fue simple: ¿Qué no es mi hermano?”.

Hermelinda quisiera no ser un ejemplo, o que le agradecieran ser una mujer fuerte, tuvo que serlo, tiene que serlo, porque su búsqueda continúa.

“Aprieto los dientes y trató de no llorar, pero es inevitable”

La historia de Mina es tan sólo una de miles y miles de madres, hermanas, tías, primas, amigas que van por todo el país con una incansable esperanza de encontrar a los suyos.

Y que se conjugan en la dolorosa frase que Mina portaba en un medallón, durante una de las tantas marchas para visibilizar esta tragedia.

“Que los ojos de los desaparecidos nunca dejen de seguirte y las lágrimas de sus madres nunca te dejen dormir”.

FRASE
“La mamá no se da por vencida, para la mamá no hay tiempos perdidos, para la mamá no hay barreras. Las mujeres tenemos un gran valor y si lo aplicáramos para más aspectos de la vida, no nos dirían que somos el sexo débil”
Hermelinda Ruiz
Madre buscadora

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