¿Será que el festival de cine en Francia habrá perdido su prestigio por volverse popular?

Mientras la cartelera de cine está en espera de otro gran estreno fuera de Guardianes de la Galaxia Vol. 3, la acción está cruzando el Océano Atlántico, en un extraño lugar llamado Cannes.
Lo que comenzó como un pequeño festival de cine en 1939 con la intención de hacerle competencia al Festival de Cine de Venecia, se convirtió, poco a poco desde 1946, en quizá la contienda de cine con mayor prestigio en todo el mundo.
Cannes es conocido por traer a colación cine independiente de todas partes del mundo, así como por ser la sede de grandes exclusivas, y por aportar cintas que tal vez no vean la luz del día fuera de sus salas de exhibición. Sin embargo, ¿qué ha pasado con la competencia? ¿Es Cannes tan prestigioso como es popular?

Su éxito es indiscutible. Este año, las acreditaciones para asistentes rompieron récord, alcanzando los 13500 cinéfilxs, hambrientxs de contenido cinematográfico.
El tema a debatir aquí es si el festival perdió su sello de individualidad por venderse a películas taquilleras. Un ejemplo de esto es la cinta de cierre, Elemental, la nueva producción de Disney y Pixar, cuya tirada, independientemente de la calidad del largometraje en cuestión, es ser comercialmente masiva. El mismo caso se podría decir de directores como Martin Scorsese (Killers of the Flower Moon) o Wes Anderson (Asteroid City), o cintas con protagonistas como Andrew Garfield, Florence Pugh, Julianne Moore o Natalie Portman; sus nombres por sí solos pueden ayudar a vender gran cantidad de boletos o audiencias una vez que sus cintas sean adquiridas por algún estudio durante el festival.

¿Pero qué hay del cine no americano?

Afortunadamente, también hay lugar para él, sobre todo al mencionar quiénes han sido las producciones victoriosas de premios como Palma de Oro: Titane en 2021 y Triangle of Sadness en 2022. El que cintas comerciales sean exhibidas no quiere decir que se ignorarán las nuevas voces. En primera porque muchos de estos largometrajes solo buscan la promoción y el espacio, pues varias cintas no están oficialmente en la competencia. En segundo lugar, los nombres de siempre estén dentro de las películas exhibidas podrían acaparar la atención de las asistentes para ver qué otras ofertas cinematográficas de otros continentes e idiomas están para ellos.


En suma, ¿por qué la popularización de cintas independientes sería un crimen? Como se ha visto en los últimos años, cada vez es más común. Las películas proyectadas en el festival de cine francés estén nominadas a los premios Oscar, ya sea como Mejor Película Internacional o, en el mejor de los casos, como aquellos de Parasite, Drive My Car o Minari, la oportunidad de llevarse Mejor Película, abriendo la puerta a joyas cinematográficas de transcender los kilómetros de tarima que contenga el festival. Aunque existe el peligro de vender su prestigio para tener más y más asistentes—especialmente en una industria con varias advertencias de decadencia—, mientras se converse la calidad, es mejor quitarle el sentido de exclusividad a competencias como esta. El streaming ha ayudado con creces en esto. ¿Por qué no mejor celebrarlo? En la pantalla más grande posible.

 

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