Conforme se acerca la fecha de las definiciones, los precandidatos de Morena a la Presidencia hacen lo que pueden para tratar de ganar la simpatía no de los de casa, sino de los de afuera.

Pero, salvo algunas frases aisladas, forzadas, no se conocen las ofertas de las llamadas corcholatas.

La principal, a la que se ve como favorita de López Obrador, Claudia Sheinbaum, no tiene discurso propio y su propuesta, si es que la tiene, se ha reducido a ofrecer “continuidad’’.

Sheinbaum no articula ninguna propuesta, solo se limita a repetir sin matices lo que dice López Obrador en las mañaneras, sabiendo incluso que muchos dichos son falsos totales o medias verdades.

¿Alguno de los lectores conoce una propuesta de la jefa de Gobierno que haya pasado desapercibida?

Adán Augusto López, por su parte, es igualmente eco de las palabras de López Obrador.

Sin embargo, a diferencia de Sheinbaum, se ha radicalizado tratando de ganarse la simpatía de su compadre y cliente.

Ahí está la orden de “destazar’’ al INE, por ejemplo.

Verse más rudo no le ha sumado siquiera un punto y sigue estando en un tercer lugar en las encuestas internas.

Marcelo Ebrard ha tratado de marcar diferencia, pero sus propuestas para rescatar a la clase media, la más golpeada en esta administración (no sólo discursivamente), fueron hechas con más temor que con convicción.

Ebrard es sin duda el más preparado de los precandidatos presidenciales de Morena; el más conocido a nivel internacional.

Pero sigue atado a López Obrador de una manera vergonzante, a tal grado que ni siquiera fue tomado en cuenta a la hora de la redacción de la muy cuestionada carta que el mandatario le envió al Presidente chino Xi Jinping para pedirle “ayuda’’ en el combate al tráfico de fentanilo.

Ebrard es sin duda, el que más ha tenido que tragar sapos, no solo porque tiene que avalar los sinsentidos de López Obrador (¿dónde está la condena a Daniel Ortega por las violaciones a los derechos humanos? ¿No que el de México es un “gobierno humanista’’?).

Ricardo Monreal por su parte, tiene el diagnóstico más claro de lo que ocurre en el país, pero está ofreciendo la medicina incorrecta.

El zacatecano ha enarbolado el discurso de la “reconciliación nacional’’, que suena romántico, poético, pero no deja de ser insulso por insuficiente.

Monreal se ha dado cuenta de la polarización que vive el país y de la destrucción de las instituciones, algunas de ellas incluso las ha defendido de la voracidad del Gobierno.

Pero el país no necesita una “reconciliación’’ sino una “reconstrucción’’ que parta desde lo fundamental, la sociedad, hasta la de las instituciones arrasadas y sometidas por el Gobierno de Morena.

La sociedad está brutalmente polarizada y quienes son partidarios de López Obrador no van a cambiar de opinión, lo mismo pasa con sus detractores; no hay forma de que se pueda convivir civilizadamente.

Ahí tiene las redes sociales como ejemplo.

Si Monreal quiere que la gente voltee a verlo, tendrá que cambiar el remedio porque estando el país cómo está, su propuesta es un analgésico para un cáncer.

A ver.

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Los días siguen transcurriendo sin que haya luces en la alianza Va por México no sobre un nombre en específico para ser su candidato presidencial, sino en el método para elegirlo.

A lo mejor los líderes partidistas de organizaciones civiles creen que falta mucho tiempo, pero ya vamos para terminar el primer cuarto del año.

LEG