La carcajada no delata un gramo de falsedad, de impostación. Es franca, sonora, plena. El Presidente, vean el video, parece que la goza. Se le ve en la cara, encendida, eufórica. De veras, parece uno de esos momentos de plenitud en la cantina con los amigos, cuando piensas que la panza llena, el alcoholito que calienta el espíritu y las buenas amistades son señales de que la vida es buena y por eso el chiste lo celebras a voz en cuello.

Lo que pasa es que el chiste, en este caso, básicamente, es que 38 personas, migrantes, murieron encerradas en una cárcel que se incendiaba.

Los colegas han comentado ya con precisión y contundencia el horror de la prisión de Juárez. Lean a Héctor de Mauleón, esa crónica devastadora: el maltrato y el engaño de los agentes migratorios mexicanos, la cárcel que echa humo, los cuerpos que se acumulan, las familias desesperadas.

Lean el recordatorio de Macario Schettino. Aquí no intervinieron ni el infortunio, ni el crimen organizado. Esos migrantes estaban bajo la custodia en exclusiva de un organismo federal, cuyos representantes huyeron del incendio y dejaron encerrados a los presos, para que murieran. Ahí está el video.

Bueno, ese es el contexto de las carcajadas presidenciales. No es la primera vez que el Presidente ríe, claro. Sí, rió con “Ahí están las masacres”, inolvidablemente. Pero las risas son habituales en La Mañanera, cierto que en general menos estentóreas, lo mismo ante la pandemia, que ante el desabasto de medicamentos, que ante las evidencias de corrupción en su sexenio.

Esta columna no está dedicada al psicoanálisis del Presidente. Ya saben: “Lo que el Presidente realmente quiso decir es…”; “lo que pasa es que al Presidente su amor por los pobres lo lleva a cometer excesos y…”. Supongo que me entienden: la prensa está llena de expertos en ese departamento, y no hay modo de competir con ellos.

Así, no puedo decir, como se lee por ahí y por allá, que el Presidente goza realmente con la desgracia ajena. Es probable que esas carcajadas sirvan nada más para quitar de la mesa la nueva evidencia de que su sexenio es una larga colección de daños, que es una de las funciones de las conferencias en Palacio. Para no ir más lejos –cabe la precisión–, las carcajadas del otro día llegaron despuesito de los dos minutos que les dedicó a los migrantes carbonizados, culpables –dijo– del incendio porque encendieron los colchones en protesta. Como sea, un reto para sus seguidores: justifíquenlas. Los leemos.

 

    @juliopatan09