Foto: Gabriela Esquivel |  

En un auto blanco, alrededor de las 10:30, llegó el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, al templete montado sobre Avenida Juárez, frente al Palacio de Bellas Artes, para presidir el 110 Aniversario de la Marcha de la Lealtad.

Desde varios minutos antes ya habían llegado los otros invitados a la breve ceremonia: Alejandro Armenta, Presidente de la Mesa Directiva en el Senado, Santiago Creel, Presidente de la Cámara de Diputados, Norma Piña, la nueva titular de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), quienes solemnemente se posicionaron a los lados del mandatario y su esposa, Beatriz Gutiérrez.

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Distinto a lo usual, esta vez el ejecutivo no fue recibido por gritos y aplausos de apoyo de sus simpatizantes, pues en la famosa avenida apenas si se juntaba la gente, ya que la ceremonia principal se llevaría a cabo en el Zócalo capitalino.

Bajo la custodia de numerosos elementos del Ejército Mexicano y la seria mirada de López Obrador, inició una representación del hecho histórico, cuyos protagonistas eran un muy joven Francisco I. Madero y Cadetes del Colegio Militar, el cual estuvo acompañada por pirotecnia.

No obstante el espectáculo, los civiles asistentes al evento seguían sin pasar del centenar. Transeúntes curiosos se acercaban para ver qué sucedía, pero sólo unos pocos se quedaban a observar tras las vallas verdes.

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Por su parte, el ejecutivo continuaba estoico, parado muy erguido en el centro del templete, regalando un aplauso ocasional a los histriones, que ansiosos le dirigían miradas furtivas, mientras que el resto de funcionarios, más deshinibidos, hablaban y sonreían abiertamente.

No más de veinte minutos más tarde, el convoy de Jeeps militares que llevarían al presidente y sus acompañantes a Plaza de la Constitución, donde ya era esperado, apareció por un extremo de la avenida, para ser abordado de inmediato.

“¡Hola, presidente!” alcanzó a gritar una única muchacha que observaba la ceremonia cerca de la Antimonumenta, mientras agitaba la mano, saludo que el mandatario devolvió, ya arriba del vehículo, el cual desapareció en cuestión de segundos, atravesando el humo que dejaron las detonaciones pirotécnicas.

LDAV