El Reino Unido vive unos de los peores momentos de su historia. Cuando el antiguo primer ministro, David Cameron, propuso un referéndum para saber si Gran Bretaña quería seguir perteneciendo a la Unión Europea o prefería salirse, cometió uno de sus mayores errores históricos. Desde aquel entonces han pasado ocho años y toda una debacle de secretarios y primeros ministros.

Primero fue Cameron. Theresa May le sucedió e intentó lidiar con un país que se marchaba de la Unión Europea. El reto al que se enfrentaba era prácticamente imposible. May, dejó el testigo a Boris Johnson y Johnson jugó a que era partidario de la salida del Brexit. Pero era un falso convencimiento. Tenía más ganas de olisquear el poder y quedarse. El Brexit y sus macrofiestas en plena pandemia lo acabaron. Finalmente, Liz Truss entró y aguantó apenas 45 días. Se la comió el tren de la inflación que hacía que el caballo económico británico se desbocara. La propia Truss sabía que no podía cumplir el compromiso de aumentar las pensiones al nivel de la inflación porque eso le hubiera dado el golpe mortal a la economía de su país. Y todo ello llevó a una libra que cayó y cayó durante aquellos aciagos días del gobierno de Liz Truss. La moneda refugio por excelencia siguió siéndolo pero ya más débil.

El Brexit, el Brexit no pensado, no meditado, sin medir las consecuencias indeseables que podría tener Gran Bretaña, ha sido el responsable de cómo está la situación. Porque Gran Bretaña no es cualquier país; es la isla, el poder insular que ha representado siempre el Reino Unido. Eso sí, el Brexit le ha costado nada menos que 100 mil millones de dólares. Es un divorcio que nunca quiso la Unión Europea y que, por supuesto, le está costando al Reino Unido. Fue Gran Bretaña la que dijo que se marchaba de la Unión Europea y por lo tanto es ella la que tiene que pagar los platos rotos.

Inflación galopante, desempleo, subida de aranceles, desabasto, encarecimiento de los productos, son algunos de los males que ahora tendrán que arreglar y gestionar para que la isla no se caiga aún más. Y todo ese “regalo” lo va a tener que hacer el nuevo primer ministro, Rishi Sunak. Va a tener que lidiar un toro que hoy es prácticamente inlidiable. Lo cierto es que con los niveles económicos que tenía el Reino Unido hoy se lame las heridas y empieza a compararse con economías medias europeas. Tampoco ayudó el fallecimiento de la Reina Isabel II. Su reinado, tras más de siete décadas en el poder, estaba más que acreditado. Era el estandarte moral más importante que tenía el Reino Unido. La llegada de su hijo Carlos III no ha sido la mejor. La sombra de la Reina es demasiado alargada como para intentar aplacarla.

Los próximos meses pueden ser decisivos para saber el rumbo que tomará el Reino Unido. Sigue teniendo una gran influencia, pero cada vez es menor.

 

    @pelaez_alberto