Foto: Valeria Chaparro | Cerca de las ocho de la noche, el Desfile se abrió paso a la Plaza de la Constitución  

Cantando, gritando y bailando es como capitalinos y visitantes foráneos disfrutaron del recorrido del Gran Desfile de Día de Muertos en la Ciudad de México, en el que se hicieron presentes danza, música, cultura y tradiciones prehispánicas características del país.

Desde horas antes de las cinco de la tarde, la gente ya abarrotaba las banquetas de Paseo de la Reforma, armados con banquitos, sombreros y sombrillas, para poder aguantar el cansancio y el cambiante clima. Niños, jóvenes y adultos mayores se mostraban expectantes por el espectáculo.

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A la hora acordada, encabezado por un cráneo gigante conformado de flores rojas y naranjas de cempasúchil, en el que se leía “Gran Desfile de Día de Muertos”, el colorido contingente salió de la Puerta de los Leones, entre vítores de los asistentes.

Con la temática “México: El ombligo de la luna”, durante el desfile hubieron actos musicales, dancísticos y artísticos. Inspirados por la cultura mexicana, al paso de la comitiva se podían observar catrinas al más puro estilo de José Guadalupe Posada, dioses prehispánicos, mariachis con rostro de calavera y numerosas representaciones de la famosa pintora mexicana, Frida Kahlo.

En su lugar tras la vallas, al calor de la música y el baile, los asistentes se unían a los participantes del contingente, entonando en conjunto canciones regionales, como Paloma negra y Cielito Lindo, y de vez en cuando se dejaban oír entre la multitud gritos aislados: “¡Viva México!”, seguido de vítores del resto.

Los más entusiasmados eran los niños y las niñas, quienes no paraban de aplaudir, cantar, gritar y saludar a las vistosas figuras que conformaban el desfile, mostrando con orgullo sus disfraces y el maquillaje en sus rostros.

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Cerca de las ocho de la noche, el Desfile se abrió paso a la Plaza de la Constitución, donde la concentración de los numerosos espectadores llenó de inmediato el lugar, haciendo imposible la movilidad. A pesar de los empujones y de que por aquí y por allá la gente comenzó a saltarse las bardas, el buen humor no se perdió a la hora de la presentación final.

Para emoción de los presentes, la voz de Ángela Aguilar atravesó la plancha del Zócalo, entonando los versos de la canción más representativa de la festividad: “Salías de un templo, un día, Llorona, cuando al pasar yo te vi…”. Los gritos de emoción del público acompañaron a la joven y se intensificaron ante las figuras de luz que cruzaron el cielo nocturno, el espectáculo de fuegos artificiales.

EAM