Por la cantidad de recursos públicos que maneja, por los ingresos que le reportan las obras de infraestructura pública que administra, por su papel como policía sustituto de la autoridad civil en todo el país, por la probada incapacidad para proteger la ciberseguridad de sus sistemas, por estar en la parte más alta de las consideraciones del Presidente entre todos sus colaboradores, el primero que debería comparecer ante el congreso tendría que ser el secretario de la Defensa Nacional.

El Ejército ha sido la verdadera “transformación” del presidente Andrés Manuel López Obrador y evitar la rendición de cuentas de la secretaría de estado más importante de este régimen es algo que rebasa los límites del país democrático que se construía hasta hace pocos años.

Cuando cualquier funcionario bajo el mando del Presidente hace un desplante, nadie duda que se trata de un desplante del propio López Obrador. Pero ¿el desaire del secretario general Luis Crescencio Sandoval es un mensaje de Palacio o motu proprio?

Solamente por la cantidad de recursos públicos que se han destinado para la administración y gestión de las fuerzas armadas debería ser razón suficiente para rendir cuentas sobre el destino, avance de las obras de infraestructura, rendimiento de la infraestructura que tienen en operación y por supuesto, la transparencia del ejercicio del presupuesto público.

Si tienen planes de tener su propia línea aérea, habría materia de sobra para que el secretario general explicara el plan del negocio financiado con nuestro dinero y cómo evitar el conflicto de intereses al ser administradores de los aviones y de aeropuertos como el Felipe Ángeles.

Un ejército como el mexicano que tiene labores de seguridad pública extendidas de forma irregular con una ley secundaria en sentido contrario del texto de la Constitución merece expresar sus sentimientos y puntos de vista de tener que exponer a sus elementos, entrenados para matar en el nombre de la defensa de la patria, a tener que arrestar a un carterista.

Y la institución que suele ser la mejor calificada por la opinión pública debe una explicación sobre cómo fue posible que sus sistemas informáticos fueran vulnerados de la manera como lo hizo el grupo de hackers Guacamaya y dejara expuestos millones y millones de documentos que comprometen la seguridad nacional.

En una democracia, una comparecencia tan importante como la de un secretario que concentra tanto poder y dinero no es opcional. Pero, hoy, en México sí.

López Obrador sale con sus distractores de las guacamayas y los zopilotes para que no toquen al secretario Sandoval González ni con el pétalo de una pregunta tan elemental como la seguridad de la información sensible del ejército.

La militarización ha sido “la” política de este Gobierno, pero en las semanas recientes se han precipitado muchas cosas que han hecho del tema un asunto de importancia para la opinión pública.

No hay esperanzas ya de un reencauzamiento de la forma de gobernar de este régimen, de una actitud facciosa y confrontacionista hacia una conducción al nivel de un jefe de Estado. Lo que está en juego es la actitud institucional de las fuerzas armadas que se habían mantenido ajenas a los asuntos administrativos y políticos de la vida civil mexicana.

    @campossuarez