Foto: Cuartoscuro | La verdadera historia de los Niños Héroes de Chapultepec
Foto: Cuartoscuro | La verdadera historia de los Niños Héroes de Chapultepec  

¿Juan Escutia se lanzó envuelto en la bandera desde el Castillo de Chapultepec? ¿Eran sólo seis los cadetes que defendían el recinto? ¿Son los restos de los seis Niños Héroes los que se encuentran en el Altar a la Patria de la Ciudad de México?

Son muchos los mitos creados a lo largo de la historia de México para enaltecer el orgullo nacional y la unión entre todos los mexicanos, y el de los seis Niños Héroes es uno de los más conocidos, surgido a partir de la invasión estadounidense de 1847.

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Después de innumerables derrotas en los desiertos del Norte, la selva de Veracruz, y las montañas y valles del centro del país, los ejércitos de México retrocedieron hasta la mismísima capital, asediada ya por todos lados por las tropas invasoras.

El 13 de septiembre de 1847, los soldados estadounidenses comenzaron el asalto al Castillo, defendido por alrededor de 100 cadetes del Colegio Militar y poco más de 800 soldados pertenecientes a los restos de diferentes batallones.

Si bien los historiadores no coinciden exactamente en cómo ocurrieron los hechos, en México a través de los siglos, la obra editada por Vicente Riva Palacio en el Siglo 19, se menciona que de acuerdo al informe del general Nicolás Bravo, responsable de la fortaleza, los defensores estaban conformados por 250 soldados del Décimo Batallón de Infantería; 115 del Batallón de Querétaro; 277 del Batallón de Mina; 121 del Batallón de la Unión; 27 del Batallón de Toluca y 42 del Batallón de la Patria.

Fueron apostados 215 hombres “en la flecha de la barda del bosque para su defensa y la del propio bosque”, mientras que en un fortín que defendía el camino de Tacubaya fueron colocados 160: 80 más fueron destinados “en el punto norte que cubría la barda del bosque”; 92 en “la glorieta del ángulo de las rampas que conducen al edificio”; 42 “en el punto de la derecha de la misma glorieta, con vista al bosque”, y 243 “en lo principal de la fortaleza”.

En la misma obra, se señala que “parte muy activa tuvo en la defensa del punto el Colegio Militar, y los últimos disparos fueron hechos por sus alumnos, pereciendo el teniente Juan de la Barrera y los subtenientes Francisco Márquez, Fernando Montes de Oca, Agustín Melgar, Vicente Suárez y Juan Escutia”.

Aunque a los cadetes, si bien se enaltece su valor, en la obra solo se les menciona en unos cuantos párrafos, incluyendo la lista de los alumnos heridos y hechos prisioneros por los estadounidenses.

Sería 100 años después de estos hechos, en 1947, en el marco de la visita del presidente estadounidense Harry Truman a nuestro país, cuando las autoridades supuestamente identificaron seis restos humanos como los de los Niños Héroes de Chapultepec, trasladándolos a lo que hoy es el Altar a la Patria.

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Si bien los expertos no coinciden en si dichos restos efectivamente pertenecen a los cadetes fallecidos durante la batalla del Castillo (que si bien no se lanzaron con la bandera, sí murieron en la defensa), uno de los restos que descansan en el Altar a la Patria sí está plenamente identificado, pues llegó desde el Panteón de San Fernando.

Se trata del teniente coronel Santiago Xicoténcatl, comandante del Batallón de San Blas, que acudió con sus hombres en los últimos combates a reforzar la defensa, muriendo tras recoger la bandera nacional de los brazos del abanderado del batallón, que acababa de caer.

El teniente coronel recibió al menos 14 disparos, ninguno por la espalda, y fue trasladado envuelto en la bandera a la capilla de San Miguel Chapultepec, donde falleció.

Tras la rendición de la ciudad y su posterior ocupación, la bandera estadounidense ondeó en la Ciudad de México durante poco más de 10 meses… Pero esa ya es otra historia.

FUENTES: 

México a través de los siglos, tomo IV, escrito por Enrique Olavarría y Ferrari ; publicada bajo la dirección del general Vicente Riva Palacio. Editorial  Cumbre, 1980. Decimosexta edición.

Contra la historia oficial, de José Antonio Crespo. Editorial Debate, 2009. Puedes ver más aquí.

 

GR