Mañana, miércoles 24 de agosto de 2022, se cumplen seis meses desde que las tropas del presidente Vladimir Putin invadieron territorio ucraniano. Medio año de guerra ha dejado a su paso miles de pérdidas, tanto de militares como de civiles. Sin duda, los efectos han sido devastadores, particularmente aquellos vinculados al ámbito económico, puesto que, a raíz de que comenzó dicho enfrentamiento, se produjo un choque en las cadenas de valor de los mercados de granos, energéticos, fertilizantes y alimentos.

Por ejemplo, además de que se incrementó el costo del gas, el Kremlin podría materializar sus amenazas y cortarle el suministro a Europa como respuesta a las sanciones impuestas por Occidente. Ello paralizaría las actividades de cientos de industrias encargadas de proveer bienes y servicios de primera necesidad. ¿Cómo sería posible calentar los hogares en invierno, generar electricidad y encender las fábricas? Los agentes económicos están resintiendo las consecuencias económicas de la guerra, tan sólo dos años después de que la emergencia sanitaria asestara un duro golpe.

Adicionalmente, el fenómeno inflacionario que observamos hoy se explica, en gran medida, por la incertidumbre persistente en torno al conflicto Rusia-Ucrania; ésto ha provocado presiones al alza en los precios. En este sentido, los bancos centrales han ajustado históricamente sus tasas de interés a fin de contener la espiral inflacionaria. Estos hechos han conducido al Fondo Monetario Internacional a recortar su perspectiva de crecimiento; el organismo internacional pronostica una expansión mundial de 3.2% este año y de 2.9% para 2023.

Si bien atravesamos por una fase de desaceleración, algunos especialistas advierten que nos encontramos al borde de una recesión global. Sumado a este panorama, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo estima que alrededor de 71 millones de personas en todo el orbe han caído en situación de pobreza en virtud del aumento de los precios de los alimentos y energéticos. Asimismo, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación prevé que 181 millones de personas en 41 países podrían sufrir hambruna este año.

La reconfiguración del tablero internacional podría traer consigo cambios en la dinámica geopolítica. En este contexto, los analistas coinciden en que la Unión Europea debería considerar a América Latina y el Caribe como un socio estratégico en materia de cambio climático, comercio, digitalización e inversiones. Así pues, en un entorno polarizado, marcado por tensiones económicas y políticas, es preciso relanzar las relaciones entre ambas regiones de modo que sean capaces de afrontar los grandes desafíos del momento.

En los primeros días de febrero de 2022, el escenario era uno y, tras seis meses, se transformó en otro. Quizá nos hemos malacostumbrado a que Rusia y Ucrania estén en guerra permanente. La realidad es que el mundo está en ebullición, cimbrado por cambios vertiginosos en todos los frentes.

¿Será la reconciliación otra de las cosas que no hacemos?

Consultor y profesor universitario

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