Por parecido que es a la vida, por similar que llega a ser a nuestra existencia, en este sentido el futbol es muy distinto. Como ha sido evidente a lo largo del presente mercado veraniego de transferencias en Europa, en el futbol el aristócrata en bancarrota y el viejo rico caído en la ruina, se puede convertir de la noche a la mañana otra vez en millonario… o al menos así gasta.

Salimos de la temporada pasada con la certeza de que el FC Barcelona apenas podría remozar un plantel notablemente pauperizado. La falta de recursos de un colectivo incapaz siquiera de competir en la Europa League se conjugaba con unas finanzas quebradas. Para colmo, con el nuevo control financiero de la liga española que impide inscribir futbolistas a clubes que no demuestren generar lo suficiente para el despilfarro de esos sueldos y montos de traspasos.

Ante los primeros nombres de fichajes anunciados, asumimos que el Barça no pasaría de esa línea un tanto por debajo de lo destacable y siempre con refuerzos a coste cero: Andreas Christensen y Franck Kessié. Luego vino la arremetida por un muy buen futbolista como Raphina, ex del Leeds United, y supusimos que con esos 50 millones de dólares se acababan las posibilidades blaugranas. A continuación, uno de los mayores cracks de la actualidad y mayores goleadores de la historia, Robert Lewandowski, a quien no tardamos en añadir a uno de los mejores defensores del momento, Jules Koundé.

Mientras tanto, nos íbamos enterando de los malabares que su directiva consumaba: bajo el eufemismo de palancas, ir vendiendo el futuro del club, ir gastando lo que no se tiene aún mas ya se tendrá en varios años; si tal porcentaje de derechos televisivos del próximo lustro de siglo, si otro activo, si tal proporción de los estudios del club, hasta acumular unas tres centenas de millones de dólares.

Y, de pronto, por si faltara, ahora suena Bernardo Silva, uno de los jugadores más brillantes de la temporada anterior, quien además posee contrato de larga duración con Manchester City, lo que imposibilita que sea rematado o sometido a rebajas.

Alguna vez, más de dos décadas atrás, el Real Madrid también estuvo quebrado y salió del inframundo vendiendo lo que ingresaría a futuro, así como relanzándose por la concesión del cambio de derecho de suelo de sus viejas instalaciones en el norte de la capital española. Gracias a esa recalificación, pudo erigir sendas torres y lograr un negociazo. Al observar las torres tan imponentes, hoy imprescindibles en la panorámica madrileña, también vemos el renacer de un club que desde ese borrón y cuenta nueva vive con finanzas impecables.

Esa absurda magia tiene el futbol: aquí el aristócrata venido a pordiosero no tarda en deslumbrar con los ceros que añade a sus cheques y con los lujos que se da.

Hoy el Barça, incluso sin saber si lo de Bernardo Silva se cierra, es candidato a todo. En cuanto a su futuro hipotecado, lo dicho, es futuro, hasta entonces ya se verá.

Twitter/albertolati

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