Para México, la vecindad con Estados Unidos ha representado históricamente un influjo determinante. Se trata del primer sistema democrático en la era moderna y de una potencia económica vital para el tablero internacional. En este sentido, a propósito de la celebración del Día de la Independencia de EU, resulta oportuno llevar a cabo un balance de la relación bilateral tomando como punto de partida los elementos propios del panorama actual.

Sin duda, las sociedades mexicana y norteamericana comparten innumerables vínculos que han forjado una relación más estrecha, vigorosa y mutuamente benéfica. Todo ello ha permitido que ambos países sean socios comerciales y aliados estratégicos. Según datos de la Secretaría de Economía, con información al 31 de marzo de 2022, Estados Unidos es el principal inversionista en México con 306 mil 214 millones de dólares —los flujos se han canalizado particularmente al sector manufacturero—. Cabe resaltar que el capítulo 14 del T-MEC contiene los mecanismos para la solución de controversias en materia de disputas de inversión.

Como parte de la cercanía anteriormente mencionada, es posible advertir una interacción fluida y coordinada entre los gobiernos de México y Estados Unidos. Por ejemplo, las visitas del canciller Marcelo Ebrard, de la primera dama (Beatriz Gutiérrez Müller), del embajador Ken Salazar y la que realizará el presidente López Obrador el 11 de julio a Washington. Quizá esta proximidad contrastó con la ausencia del mandatario mexicano en la IX Cumbre de las Américas.

Dentro del universo de temas prioritarios para la agenda bilateral, últimamente han cobrado especial importancia los relativos a la crisis migratoria, la seguridad nacional, el control de armas, el combate al narcotráfico y, recientemente, el impacto direccional que tendrá la anulación de la resolución del caso Roe vs. Wade. Es preciso subrayar que, en una de las fronteras más dinámicas del orbe, existen múltiples desafíos de uno y otro lado. México tiene otras pertenencias, pero el enclave con su vecino del norte es trascendente.

Pareciera que 2022 será otro año difícil de olvidar en medio de la pandemia de Covid-19 y el repunte de casos; la desaceleración de la actividad económica mundial con expectativas de recesión; las presiones inflacionarias a nivel global con los ajustes correspondientes a las tasas de interés; el paradigma de una América Latina invertebrada; el juego de cara al encuadramiento regional; así como la agitación del escenario político estadounidense con miras a las elecciones intermedias de noviembre y el posible retorno de Trump en 2024.

Este año también deberá ser recordado por el avance en la superación de dichos retos. Hemos vivido y experimentaremos tramos de relevancia en tiempos

complejos. En la relación profunda entre México y Estados Unidos prevalece una huella doble: la mirada proyectada hacia el exterior y la que contempla lo que pueda haber al interior.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

 

Consultor y profesor universitario

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