¿Qué pasa cuando hay muchas historias y opciones ilimitadas para consumirlas? Desde el punto de vista a nivel negocio, una persona encargada de la producción de contenido de alguna distribuidora o exhibidora podría pensar en las franquicias como un éxito rotundo. Sin embargo, en los últimos años ha habido factores cambiando la jugada, como usualmente ocurre en este juego de las apuestas cinematográficas.

Existen joyas contemporáneas como Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo, cuya innovadora y actual propuesta se convirtió en la cinta con mayor ganancia en taquilla para el estudio independiente A24. Considerando que su presupuesto rondaba entre los 25 millones de dólares, es una ganancia al por mayor.

En el factor contrario, están gigantes como Lightyear, la nueva cinta del astronauta Buzz Lightyear, y Solo, la historia de origen del cazarrecompensas Han Solo, cuyas producciones le apostaban al infinito y más allá y se quedaron cortas, en realidad. La primera ha generado 152 millones de dólares hasta el momento, y costó 200 millones en realizarse; la segunda cambió el plan de estrenos de Disney/Star Wars por completo, poniendo los estrenos cinematográficos en pausa y enfocándose en las series de su plataforma, Disney+.

¿Qué representan estos contrastes? ¿Deberíamos de pensar en las producciones originales como el futuro del entretenimiento?

No necesariamente. Porque si bien existen ejemplos de películas malas que por alguna razón sí generan ganancias—Jurassic World: Dominion, coff, coff—, también parece que lxs consumidores prefieren sus sagas en su casa. Obi-Wan Kenobi, la nueva serie de Disney+ sobre el legendario Jedi, fue el inicio de temporada más visto en su plataforma—con 11.8 millones de espectadores—y Stranger Things 4 consiguió más de 12 millones de televidentes en sus primeros días de lanzamiento. Otros éxitos se evalúan con los spin-off en desarrollo de otros gigantes televisivos como Game of Thrones y The Boys, así como, por supuesto, Star Wars y Marvel.

Entonces, ¿qué triunfa en estos casos?

Una teoría a favor podría ser el costo. El pagar una suscripción a un servicio de streaming es más barato que un boleto de cine, con palomitas y refresco obligado, solo para ver una función de una propuesta… y tal vez ni valga la pena.

Otra podría ser el fenómeno televisivo, y la ventana que aporta para desarrollar más a lxs personajes de una narrativa en particular, además de dar libertad creativa y de extensión a sus creadores.

Por el bien del contenido, así como de nutrir la creatividad y la imaginación de quienes lo producen, ojalá sea el segundo, porque en su mayoría puede brindar propuestas de calidad a la audiencia sin salirse demasiado del margen. The Mandalorian, por ejemplo, es un caso genial de ello, lo desconocido entre lo conocido.

Ojalá los siguientes productos estén yendo hacia allá. Así todxs contentxs.

 

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