En el Gobierno de la 4T no han dimensionado las consecuencias del asesinato de dos sacerdotes jesuitas y la reacción furibunda de la jerarquía católica.

La Iglesia mayoritaria en el país había guardado silencio durante el sexenio pese a ser ignorada y hasta denostada en algunos discursos y eventos oficiales.

“Un prudente silencio’’, confió un mitrado.

Pero el homicidio de los curas Javier Campos y Joaquín César Mora, en la comunidad de Cerocahui, municipio de Urique, en Chihuahua, agotó la paciencia de la comunidad católica.

La condena de los jerarcas católicos a la “política de seguridad’’, ha sido unitaria y por varias razones justificada.

“El país salpica sangre’’, dijo ayer Ramón Castro Castro, secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano.

“Ahora como nunca, el dolor de la cruz se vuelve más intenso por tanta sangre inocente derramada a lo largo y a lo ancho del país. Los índices de violencia y sus estructuras de muerte, se han desbordado e instalado en nuestras comunidades, desfigurando a la persona humana, y destruyendo la cultura de paz”, dijo.

Castro y Castro demandó una respuesta de la autoridad “a la altura de la circunstancias’’ y la revisión de la estrategia de seguridad que a todas luces ha fallado.

El Gobierno parece no haber medido bien los alcances de estos señalamientos.

Por mucho que la Iglesia católica no haya tenido el protagonismo político de otros sexenios, su influencia en gran parte del territorio nacional es innegable.

En las rancherías y pueblos que generalmente son clientela electoral de los partidos políticos, la Iglesia puede unificar posiciones en contra del Gobierno actual, tomando como base la crisis de seguridad en la que el país está sumergido.

Hasta el momento, no se había notado un activismo clerical en contra de la 4T, que a su conveniencia interpretó la exclamación papal. ¡Cuántos asesinatos en México! como un espaldarazo a su política de seguridad y no como el reclamo que fue.

La Iglesia puede ser, o será, depende del Gobierno, un partido político que no estaba en la ecuación rumbo a la presidencia en 2024.

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De entre todo lo que se ha dicho de Alejandro Moreno “Alito’’, hay que reconocerle que hizo el milagro de resucitar a priistas que ya se creía muertos políticamente.

Porque todos quienes ahora piden su salida, “callaron como momias’’ durante los procesos electorales en los que el otrora partidazo perdió la mayoría de las gubernaturas que mantenía en su poder.

Muchos de los resucitados están en las Cámaras de Diputados y Senadores, en donde buscan pasar desapercibidos, no vaya a ser que desde el Palacio Nacional los volteen a ver.

Como sea, todos los que claman la salida de Moreno de la dirigencia del partido son corresponsables del desastre electoral.

Y pese a ello, el PRI vale, según resultados oficiales, 18% de la votación nacional.

¿Quién no quisiera ese botín para 2024?

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El país está a nada de la estanflación -recesión más inflación- pero ayer el Presidente presumió haber derrotado en un juego de beisbol a dos leyendas nacionales de ese deporte.

El programa acordado hace unas semanas para mantener un precio estandarizado de 20 productos en todo el país está totalmente rebasado.

No se conoce que el Gobierno se esté aplicando en la elaboración de un programa de choque y todo parece indicar que, pese a las advertencias que vienen ocurriendo hace meses, la situación económica del país empeorará.

O dicho sea que la realidad nos pondrá una “macaniza’’.

LEG