España dio el primer paso. Varias ciudades de la Península Ibérica prohibieron los toros. La tauromaquia comenzaba a estar herida. Las plazas cada vez estaban más vacías y la desafección por parte de la opinión pública era cada vez mayor.

Ahora traspasa el Atlántico y llega a México. La capital del país es tan taurina como su coso, La Monumental. También aquí le han dado un rejón que esperemos que no sea de muerte.

Tanto en España como en México representa un golpe importante a la economía. Cientos de miles de personas viven directa o indirectamente de los toros. Miles de familias vivieron de la tauromaquia generación tras generación. Porque el toro es mucho más que un lance, un par bien puesto o una verónica. Representa una forma de vida a través de la historia para países como México o España.

Sin embargo, todo evoluciona para bien o para mal. En España, la exaltación de la ecología -lógico, por otra parte-, y los derechos de los animales -que jamás debieron perderse-, están dando el estoque de muerte a los toros. Algo parecido ocurre en México. Muchos han hecho propia la lucha contra la lidia. Lo han llevado casi al terreno personal sin entender que forma parte de nuestra idiosincrasia.

Antes, ser torero representaba un prurito de categoría a la exaltación del pundonor. Hoy, el torero está estigmatizado, condenado a perderse en la comunidad global. Yo creo que hay que ser más ecléctico y equilibrado. Siempre existen fórmulas intermedias que benefician a todos. Pero creo que arremeter contra el mundo del toreo de esa manera es una embestida a la que no queda posibilidad de defenderse.

En España, los jóvenes ya no van a los toros. Se acabó la transmisión que había de padres a hijos. Terminó esa tradición. La juerga se rompió en algún punto. Va a ser muy difícil poder recomponer ese linaje que hizo generación tras generación que al toro se le viera como una gran representación cultural.

En México está pasando algo parecido y también esa desafección producida por ese mundo global que estamos viviendo. Hoy el ciudadano global prefiere dar un paseo por la vida de otros a través de las redes sociales que entender qué representa, cuál es la etiología de todo.

No sé cuánto pueda durar esta crisis, pudiera ser para siempre. Ojalá cambien las tornas y mejore esta situación cada vez más agónica. Mientras tanto me iré a comer unos tacos Villamelón con mi amigo Claudio Ochoa, mientras seguimos viendo cómo La Monumental sigue estando ahí, enfrente del Villamelón, como si jamás hubiera pasado nada.

Y Olé.

  @pelaez_alberto