Viajar puede ser enriquecedor en muchos sentidos. Es una puerta hacia otras culturas, abre tus horizontes, expande tu forma de pensar y te reta a hacer cosas distintas. En cuanto más tiempo ha pasado de las restricciones a causa de la pandemia, más se ha alimentado nuestra sed por viajar, porque literalmente se pone en evidencia lo importante que es salir de tus cuatro paredes.

Porque una cosa es escaparse un rato de lo cotidiano mediante una novela y otra es agarrar las maletas y sumergirse en un lugar completamente nuevo, o bien en un sitio vacacional frecuente, o un lugar con una historia distinta a la de nuestro día a día. Pero eso sí, si se puede, se hace, ¿no? A donde sea.

Pero los preparativos, o la expectativa por el viaje, puede provocar que veamos destinos como idóneos, las perfectas soluciones para tener una mejor vida. Aunque los viajes, en efecto, pueden ser una gran fortuna por muchas razones, es importante conservar una mente abierta y no dejarse llevar por la ilusión, desde decidir a dónde viajar, porque la caída puede ser muy dolorosa cuando esta se rompa.

El entretenimiento masivo, y la forma como pinta generalmente sus locaciones, no empareja las cosas con la realidad. Por ejemplo, a Nueva York en las comedias románticas se le pinta como una ciudad espectacular en cada aspecto, donde el crimen, los andamios y los grafitis del metro no existen, pero esto es porque solo se está mostrando la mejor cara de este lugar. Esa idea nos la hemos comprado todxs, ¿no? Los departamentos con vistas a Central Park, las glamorosas tiendas de la quinta avenida o incluso un Times Square tranquilo. Pero este estilo de vida en realidad es inalcanzable o hasta imposible, con las rentas carísimas, el atasque de gente o las deudas de nuestra tarjeta si compráramos cada una de esas cosas todos los días. Y, sin importar el nivel socioeconómico, cualquier persona está expuesta a los problemas de una gran ciudad. Lo mismo con Londres, París, Roma, o todos estos destinos en las cintas, que funcionan como un costoso comercial para visitar sus ciudades.

Lo peor es que esa idea del lugar perfecto se sigue permeando por dos razones: por no querer romper la ilusión y para recordar lo mejor de la temporada. En la foto no se verá cuando te asaltaron en tu último destino, ni cuánto coraje hiciste en el restorán que no te gustó…No, solo saldrá tu mejor pose, vendiendo un estilo de vida el cual nunca te perteneció. En las stories no habrá días de lluvia terribles, ni palomas haciendo pipí, porque estás vendiendo la idea de un viaje como un paraíso, un espacio donde los problemas no existen.

Tampoco estoy tratando de satanizar los lugares, ni frenar las claramente efectivas estrategias para apoyar al turismo, pero así como idealizamos los viajes, ¿no deberíamos de hacer lo mismo con nuestra vida cotidiana? 

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