Anne Applebaum escribió, previo a la guerra en Ucrania, un artículo excepcional en The Atlantic denominado The bad guys are winning. En su texto sostuvo que si bien el siglo XX se definió por la prevalencia de la democracia liberal sobre otras ideologías —tales como el comunismo, fascismo y nacionalismo—, el siglo XXI es el relato de una historia al revés. Larry Diamond, académico de la Universidad de Stanford, ha llamado a este trance la era de la “regresión democrática”.

Freedom House publica el informe anual Libertad en el mundo; no es casualidad que su edición 2021 se haya titulado Democracia bajo asedio, según la cual menos de una quinta parte de la población mundial vive en países totalmente libres. En contraste, Srdja Popovic, activista por la democracia, argumenta que la intensificación de las confrontaciones entre los gobiernos autoritarios y sus gobernados es una señal de que los movimientos democráticos están mejor organizados.

En este sentido, la autora habla sobre la importancia de crear medios independientes y diseñar nuevas instituciones internacionales en materia de derechos humanos. Asimismo, considera preciso que exista una respuesta articulada entre las naciones democráticas de cara a los sistemas autoritarios. Hasta el momento, no hay una estrategia integral para afrontar esta problemática.

En la medida en que se elimine gradualmente la promoción de la democracia alrededor del orbe, la oleada autoritaria ocupará rápidamente espacios de poder. Si no se despliegan acciones en contra de las prácticas de la autocracia, dichos regímenes continuarán operando desde la impunidad, así como torturando, intimidando e, inclusive, envenenando a sus disidentes.

El común denominador de los dictadores es el desprecio por el proceso político y sus opositores, a quienes señalan y desacreditan. Como ejemplos se encuentran Erdogan, Putin, Kim Jong-un y Maduro. A este listado debe agregarse a Aleksandr Lukashenko, presidente de Bielorrusia, quien ha pretendido fungir como mediador del conflicto entre Rusia y Ucrania, pese a que su lealtad está con el Kremlin.

Para frenar el avance del autoritarismo, es necesario realizar cambios de raíz. En primer lugar, ello supondrá lidiar con distintos grupos de interés. Por su parte, EU deberá incluir a Europa en esta lógica, al igual que a múltiples socios clave. Asimismo, esta tarea requerirá el establecimiento de una diplomacia vigorosa. No obstante, en los últimos meses, hemos observado en el plano internacional una “diplomacia coercitiva”, donde occidente ha impuesto sanciones a Rusia por invadir el territorio ucraniano. Cabe mencionar que se ha cuestionado su efectividad. Independientemente de la respuesta de occidente, seguimos advirtiendo resistencias y alianzas. Applebaum nos comparte dos temas que permanecerán pendientes en el tintero: la defensa de la democracia frente al autoritarismo y el respeto de los derechos humanos.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

Consultor y profesor universitario

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