A dos años de el confinamiento que estableció el gobierno federal a causa de la pandemia de Covid-19, la Arquidiócesis de México cuestiona qué tanto ha cambiado la población, y si estos cambios han sido para bien o peor.
A través de su editorial titulada Dos años después, ¿hemos cambiado?, la Iglesia recuerda el principio de una crisis sanitaria que modificó las actividades y la manera de relacionarnos.
“Vivimos un momento de la historia que parece marcado por la apertura de un tiempo nuevo, en el que se percibe más claramente la luz al final del largo túnel que representó la pandemia de Covid-19, causada por el virus SARS-CoV-2.
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El próximo 23 de marzo se cumplirán dos años de que el Gobierno de México recomendara a todos los habitantes confinarse ante el alza acelerada de contagios, como medida para contener el virus. Dos años después, por primera vez desde que inició esta pandemia todo el país está “en verde” del semáforo epidemiológico”, señaló en el portal Desde la fe.
Al mencionar que el Papa Francisco advirtió desde que inició la emergencia sanitaria, que podríamos salir mejores o peores personas, dependiendo de nuestras acciones, hace un llamado a preguntarse al día de hoy ¿de qué forma cambiamos? ¿Verdaderamente fue para bien?
“El Covid 19 despertó en nosotros un sentimiento de solidaridad que parecía olvidado. Fuimos conscientes de que cuidar de la salud de nuestro prójimo es velar también por la nuestra. El Papa Francisco, en su histórica bendición Urbi et Orbi de marzo 2020, nos recordó que estamos juntos en la misma barca, y solo remando juntos saldríamos adelante.
Pero también hizo más evidentes las grandes brechas que existen en nuestra sociedad: los países más ricos acapararon las vacunas y, de acuerdo con un estudio de Oxfam, la riqueza de los 10 hombres más ricos se duplicó en la pandemia, mientras que el desempleo y la pobreza aumentaron entre las clases bajas”, aseguró.
Pidió dejar de pensar que el dolor de una guerra geográficamente lejana, no es asunto nuestro, cambiar nuestros estilos de vida, que propician un mundo preso del consumismo, y sumergen a tantos en la pobreza. Además de llevar y a promover una vida más austera y humana, que posibilite paulatinamente un mejor reparto de los recursos.
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“Adoptemos medidas, en lo personal y en lo colectivo, que permitan frenar la devastación del medio ambiente, para que las generaciones venideras puedan disfrutar de nuestra “casa común”, un mundo que el Creador ha puesto bajo nuestro resguardo.
Hoy estamos presenciando un momento crucial donde se nos exige tomar grandes decisiones. O continuamos alimentando el egoísmo y sus manifestaciones consumistas, hedonistas e individualistas, o salimos más solidarios y hermanos todos, abriendo una nueva etapa marcada por la fe, el amor y la esperanza”, concluyó.
OH