Salvador Guerrero Chiprés

@guerrerochipres

¿A quién le interesa la violencia en la manifestación de este martes en que se presentará un capítulo más de la necesaria construcción de las condiciones para erradicar la violencia contra las mujeres?

Divido la pregunta y la respuesta. La violencia interesa a organizaciones, individuos o “corrientes de opinión” que consideran útil para sus fines crear condiciones de agudización del conflicto detonadoras de autoritarismo o de represión.

Conseguir que queden exhibidos “autoritarismo y represión” es parte de un argumento detrás del anhelo del propio instigador de la violencia para su autopromovido retorno al poder, su arribo a él o su mantenimiento al interior de organismos semiclandestinos, cuando se trata de células disruptivas o de apariencia insurgente, cuyos liderazgos requieren “exhibir fuerza, valor y audacia” ante las autoridades, respecto de las cuales, de antemano, se sabe que no desplegarán un instrumento “represor” como el instrumentalizado en otras latitudes y en el tiempo mexicano, por ejemplo, del 68 o el 71.

Eso no es nuevo. En la historia del mundo el fenómeno de la utilización de la violencia, que incluye fuego o armas punzocortantes o de lanzamiento de proyectiles, es fácilmente rastreable.

Le llaman “provocación” analistas, autoridades y reporteros, especialmente en la literatura y el periodismo del siglo XIX, XX y lo que vamos del presente. Se alude al despliegue violento que es la plataforma en manifestaciones donde se diseminan grupos que acuden a la violencia estalladora de bombas molotov, petardos o al accionar de bazucas caseras y otros instrumentos.

Por supuesto que la principal agresión contra las mujeres es detonada predominantemente en el espacio privado, y sin duda también en el público. Indudablemente en 90% de los casos la perpetran hombres. Por supuesto que es necesario que se combata de raíz, se le denuncie, se generen medidas de protección, se detenga a los responsables, se llegue a denuncias que causen estado y sean ejemplares para los violentadores, que ayer o durante décadas han permanecido impunes.

La verdadera transformación de nuestro país pasará necesariamente por terminar con la violencia contra las mujeres. Incluye una determinación educativa desde la más temprana edad para promover la igualdad sustantiva. Ahora, supone un compromiso de las autoridades para que los principios de libertad de expresión, pero también de la defensa de la integridad de las personas y de sus bienes, sean garantizados.

En ese contexto se sitúa, en la Ciudad de México, la cautela estratégica e informativa de la administración de Claudia Sheinbaum, al valorar la información compartida por el secretario de Gobierno, Martí Batres, acerca de la presencia de 15 organismos cuyo instrumento fundamental de constitución de identidad, al interior de ellas mismas y en el espacio digital —donde ya se criticaba tal responsabilidad de Gobierno desde ayer en la tarde—, es la violencia.