¿Para qué funcionan las redes sociales hoy día?

Es difícil tener una respuesta concreta porque su utilidad ha cambiado con el paso del tiempo. Facebook, por ejemplo, solía ser la herramienta para subir álbumes de fotos de la fiesta de la prepa, para luego convertirse en un medio donde se comparten artículos de opinión, fake news alarmantes, los memes de moda… todo lo relacionado con actividades de ocio, sociedad y entretenimiento. 

Sin embargo, un nuevo factor cambió las reglas del juego: las vacantes laborales. Así, el uso de esta herramienta como desconexión del mundo laboral se tergiversó, porque una persona de inmediato se conecta ya no solo para distraerse de su vacío existencial por estar desempleada, si no también para ver qué oferta laboral le aparecerá en pantalla: a dónde manda el CV, a quién le escribe por inbox con más información, o cuánto debe regatear para conseguir un proyecto sobre otra persona.

Aunque se agradece tener más ventanas para comunicarse, así como de oportunidades de desarrollo profesional, se ponen en tela de duda las fronteras, qué herramientas están totalmente libres de esa exposición.

Otro caso: Instagram, la red social clave para emprendimientos, donde se encuentra gente subiendo su nuevo lugar paradisiaco, su experiencia trascendental con sus amigues, pero también nuevos servicios, ya sea porque se sigue a marcas o porque estamos apoyando la oportunidad de venta de x persona vendiendo cuadros, y brownies, z promoviendo sus habilidades de redacción, cinematografía, diseño… de nuevo, sobre todo para quienes se dedican a ser artistas, el chip de ocio cambia por uno híbrido, enfocado también en ventas.

Hasta acá no hay nada tan nocivo. Porque existe un poco más de holgura, menos inmediatez en estas plataformas. El mayor problema radica en utilizar WhatsApp con fines laborales.

En sus inicios inocentemente concebida como una herramienta de conexión entre amistades, romances y familia, el mundo corporativo no se conformó con absorber las redes esporádicas, incluyendo entre su catálogo de víctimas la más invasiva a nuestro día a día.  Ahora es mucho más difícil desconectarse del trabajo en ratos libres, por más que se silencien grupos y contactos o se desactiven las palomas azules. Porque, cuando se usa la misma aplicación para mandar un sticker al crush y para recibir presión de nuestrxs superiores, clientes o compañerxs de trabajo. Por tanto, la paz mental es más difícil de conseguir, afectando no únicamente los días libres, sino también las horas después de la chamba. Porque ahora resulta: si no se contesta, la persona es una desalmada y mala empleada, ¿no?

La clave en cada situación, en la medida de lo posible, es establecer límites. “No, Facebook, ya me cansé de mandar CVs a empleos que me ignoran, sólo quiero ver memes de perrito chico”. “No, Instagram, voy a saltar tus stories de negocios porque no quiero presión, mejor me clavo en ver qué hacen mis amigues y comentar sus fantasías”. “Oigan, equipo, ¿y si mejor usamos el mail o el chat laboral para comunicarnos? Para poder desconectarnos cuando salimos ;)”.

Obviamente no es fácil, pero es importante incentivar el cambio para poder ser libres. Un paso a la vez.

@santiagoguerraz