El Oscar llega, nuevamente, poco después. Sí, por el mismo motivo de los últimos años. Pero a diferencia del anterior, esta vez la premiación se llega a sentir de nuevo como una verdadera celebración del cine, porque maravillas cinematográficas que varias personas tuvieron el privilegio de ver en pantalla grande tienen la oportunidad de ser reconocidas en la gala del 27 de marzo. Está, por ejemplo, Dune, la aclamada adaptación del experto en ciencia ficción contemporánea, Denis Villeneuve, nominada a 10 premios de la Academia.

También, representándonos de nuestro lado del charco, El Callejón de las Almas Perdidas, de Guillermo del Toro, una impresionante oda al cine negro, continuando con el éxito de los mexicanos en tierra extranjera. También está CODA, la conmovedora historia de una niña con aspiraciones para ser cantante, pero cuyo rol en una familia de sordos le impide comprometerse con su sueño.

Sin embargo, la oferta de nominadas expone aún situaciones truculentas con la supuesta premiación a lo mejor del cine.

En cuanto a ventanas de exhibición se refiere, aún no todas las competidoras están disponibles para el consumo masivo en nuestra tierra, o incluso tardarán en llegar. La idea es tener por lo menos más conocimiento de las postuladas para crear un ojo crítico, pero si estas cintas tienen corto tiempo y pocas salas, menos oportunidades habrá de juzgar justamente en la quiniela a las favoritas. ¿Será falta de interés de la audiencia en consumir películas de este corte las cuales ocasionan esto?

Así, se trae a colación otro tema: ¿Ser nominada al Oscar habla forzosamente de ser buena película y no ser nominada lo contrario? Las más taquilleras suelen tener cabida únicamente en categorías técnicas dentro de la ceremonia, como efectos visuales, vestuario o edición. Dune es una valiosa excepción. Sin embargo, fuera de ocasionales ejemplos, rara vez se considera a las cintas de acción, comedia o fantasía como “películas serias” o dignas de ganar las codiciadas estatuillas.

Incluso ha habido una historia de largometrajes ganadores por mensaje social o interés político sin necesariamente ser las mejores películas: ¿Quién se acuerda de Green Book, ganadora de la presea en 2019, sobre gigantes como Roma, La Favorita o A Star Is Born?

Queramos o no, fuera de cuánta gente realmente ve la transmisión por televisión —más bien, la mayoría se queda en los memes y en la nota—, los Oscares dan publicidad a cine capaz de trascender, descubrir la magia de contar historias. Si hay menos oportunidad de saber qué está en combate, o de plano falta diversidad en cuanto a géneros cinematográficos nominados, más puertas se cierran para expandir el abanico de opciones en la industria. Sin embargo, la inclusión de ofertas de habla no inglesa desde el curioso y rotundo fenómeno de Parasite, la coronada Mejor Película en 2020, dan señales de un cambio de a poco, y la ventana al maravilloso cine desconocido se puede abrir en los próximos años.

 

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