Beijing vio como el estadounidense que sufrió 30 fracturas de cráneo en un accidente no fueron excusa para seguir su sueño olímpico y en él, encontrar una medalla. FOTO: AFP  

Colby Stevenson es el nombre de otra de las historias que ejemplifican una batalla admirable por trascender y hacer resonar su nombre en los Juegos Olímpicos de Invierno. Beijing vio como el estadounidense que sufrió 30 fracturas de cráneo en un accidente no fueron excusa para seguir su sueño olímpico y en él, encontrar una medalla.

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El esquiador tuvo un accidente automovilístico hace seis años, del que aún muchos se preguntan cómo fue posible que haya sobrevivido porque incluso estuvo tres días en coma inducido.

Aquel día de 2016, Colby venía de ganar una competencia en el monte Hood, aunque la sensación de victoria se desvaneció por la delicada lesión que sufrió su amigo Michael Fabrizi y del que se hizo cargo. Y fue justo ahí, de camino al hospital y en plena autopista cuando en un abrir y cerrar de ojos, vivió el momento que cambiaría el resto de su vida.

“Pensé que todo se había acabado”, dijo tras el choque y las pocas esperanzas que le daban.

La depresión al mirarse a sí mismo y el dolor físico que aún persistía cuando lo dieron de alta, pero con el tiempo supo transformar todo eso en motivación.

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Hoy, después de preparase como un auténtico deportista de élite y más allá de poner justificaciones, acaba de lograr lo que solo en sueños en algún momento parecía factible; una presea plateada en unos Juegos Olímpicos de Invierno.

Colby consiguió el premio a su dedicación y amor por la vida en la categoría de big air en el esquí acrobático de los Juegos Olímpicos de Invierno, ganado la presea argenta, quedando solo por debajo del noruego Birk Ruud.

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