Foto: Daniel Ortiz Antes de la pandemia, el promedio de objetos recibidos era de dos mil 200 por año, y se regresaba 40% a sus dueños; por la contingencia sanitaria el flujo de personas disminuyó y también las cosas extraviadas.  

En las entrañas de la tierra, existe una bodega donde se acumulan bicicletas, carreolas, televisores, sombreros, maletas, credenciales y celulares, entre otras cosas, esperando el momento de volver a encontrarse con sus verdaderos dueños.

Se trata de la Oficina de Objetos Extraviados del Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro, ubicada en la estación Candelaria, el agujero negro a donde van a parar todas las cosas perdidas en las instalaciones del gusano naranja.

“Lo más extraño que hemos recibido a lo largo de los años va desde carritos de supermercado, urnas con cenizas, equipos de video, mochilas de palos de Golf… Hubo un tiempo en que estuvieron de moda las bicicletas de aplicación, pero la gente entendió que no era viable dejarlas en el Metro”, relata Donovan Alvarado, encargado de la oficina.

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El lugar, con el color distintivo de la estación Candelaria, se asemeja a un pasillo más del Metro, pero es más bien un callejón sin salida para ciertos objetos perdidos, gran parte de los cuales nunca son reclamados.

Otros casos, más felices, son aquéllos donde los verdaderos dueños se reencuentran con sus posesiones.

Alvarado narra que, en una ocasión, un señor que radica en los Cabos, Baja California, acudió al Hospital General, en la CDMX, para una operación de un tumor en la cabeza; desgraciadamente, en la estación La Raza, de la Línea 5, olvidó una bolsa de plástico que contenía el pase médico y los estudios… Y tuvo que regresar a su entidad.

“Al llegar a Los Cabos recibió una llamada donde le externamos que habíamos encontrado su expediente clínico, nuevamente llegó a la capital y finalmente lo intervinieron… Estaba muy emocionado y hasta la fecha tenemos una bonita amistad”.

Lo más común que extravían los usuarios son credenciales del Instituto Nacional Electoral (INE), del Inapam y licencias de conducir, así como mochilas, llaves de auto y celulares.

Una vez que llega el artículo, éste tiene tres meses para ser reclamado, posteriormente se da de baja y se clasifica; por ejemplo, las credenciales del INE van al Registro Federal de Electores para ser destruidas, y las del Instituto Nacional de Personas Adultos Mayores (Inapam) son enviadas a ese organismo.

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Mientras que cosas como celulares, hornos de microondas y grabadoras se dan de baja y entran a la lista de la jornada del Reciclatón para su destrucción.

En el caso de ropa como chamarras, juguetes y zapatos, se introducen en bolsas de plástico para ser donadas y van clasificadas: Niña, niño, mujer y hombre.

Alvarado explicó que los más olvidadizos son los jóvenes de entre 23 a 44 años, quienes generalmente pierden celulares, mochilas e incluso zapatillas; en el caso del adulto mayor, lo que llegan a extraviar es la credencial del Inapam, comida, bastones y lentes.

Para recoger el objeto extraviado se pregunta el día en que fue perdido y alguna descripción: “Hace poco se encontró en el Metro Hidalgo una mochila con una cantidad de dinero y salieron muchos dueños a reclamar, pero solo una usuaria nos dio marca, contenido, descripción y cantidad exacta… No es tan fácil que nos dejemos engañar”.

FRASE

“Una señora se cambió de domicilio vivía por el rumbo del Monumento a la Revolución y al cambiarse llevó muchas mochilas, así como la urna de su hija de ocho meses, que la olvidó en la estación del Metro Hidalgo… Ya había dado por perdidas las cenizas, pero un amigo le comentó que estaban en la Oficina de Objetos Extraviados, ella llevó el acta de defunción y fotos del funeral”
Dónovan Alvarado
Encargado de la Oficina de Objetos Extraviados

 

LEG