Foto: Ángel Ortíz A pesar de la escasa clientela y los embates de la pandemia de Covid-19, don Cuco se esfuerza cada día por dar lo mejor de sí en la reparación de paraguas y sombrillas.  

En el Centro de la CDMX hay uno de los negocios más emblemáticos y de mayor tradición, pues aún preserva un oficio ya olvidado por muchos: la reparación de paraguas.

Don Cuco, encargado de la Paragüería y Afiladuría París, que se ubica en el Eje Central, hace un paseo por su memoria para recordar los cambios en lo que ha sido su lugar de trabajo por 46 años.

“La paragüería tiene 70 años de existencia; yo soy empleado, tengo 46 años trabajando aquí.

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Llegué a laborar por recomendación de la esposa del señor, conocía a mi mamá y mi mamá le habló de un chamaco que quería trabajar. ‘Pues tráigamelo y a ver si nos acomodamos’, dijo la esposa del dueño, y sí, mire, gracias a Dios, han pasado 46 años y aquí estamos”.

Debido al poco trabajo en la actualidad, don Cuco es el único empleado. “Ahora es diferente, estamos hablando de otro México. Ya nadie quiere arreglar paraguas; todos quieren comprar, usar y romper; todo es desechable, eso es lo que nos ha pegado. Y luego la pandemia (de Covid-19). Estamos como me encontró: sentado (esperando a algún cliente)”.

El encargado relata cómo es su trabajo: “Las reparaciones pueden ser desde una varilla, un cambio de pieza o de tela; el precio va de los 30 a los 200 pesos, dependiendo de lo que tenga el paraguas”.

Agrega que una reparación sencilla tarda unos 20 minutos o media hora, mientras que un arreglo que implique más tiempo queda de un día para otro: “Aquí no hay de que en 15 días. Si hay que cambiar la tela y no tenemos la medida, pues hay que cortarla y eso sería de un día para otro”.

Don Cuco aclara con algo de tristeza que el local “es un negocio de temporada; si no llueve, nadie nos voltea a ver”.

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Por eso la época de lluvias, sobre todo en julio y agosto, es importante para el trabajador y la paragüería: “Hay que esperar y ver si sigue funcionando esto”.

Ahora con la pandemia, el encargado reconoce que los tiempos son más que difíciles: “Mi patrona me dijo que si no se activaba esto, va a cerrar porque no puede estar pagando sin recibir nada, pero esperemos que Dios nos ayude”.

Y es que antaño, las paragüerías se dedicaban a la venta y reparación de paraguas, pero los chilangos perdieron esa costumbre, así que los negocios dejaron de hacerlo; por eso ya no hay más paragüerías, lamenta don Cuco.

“No, que yo sepa por aquí (en el Centro) no; hay una en San Cosme, pero creo que ya no arreglan paraguas. Entonces, el único lugar donde los arreglamos es aquí; ya en la ciudad no hay quien repare paraguas más que nosotros”.

El veterano empleado acepta con resignación que su oficio está en vías de extinción, pero no se acongoja y cada día se esmera por dar el mejor servicio: “Estoy enamorado de mi trabajo. Hoy todavía me levanté enamorado de lo que iba a hacer”.

 

LEG