Para todos los que vemos cómo se reduce el poder de compra del salario frente a los incrementos de los precios resulta irrelevante esa discusión si ya tocó su nivel máximo la inflación, porque hay que atender el comportamiento del Índice Nacional de Precios al Consumidor o si estamos en plena burbuja de la inflación subyacente y todavía falta algún tiempo para que inicie una clara tendencia a la baja.

Es un hecho que en la medida en que se pueda generalizar la idea de que la inflación ya tocó un máximo, entonces se pude actuar en consecuencia y no tenderemos a subir nuestros propios precios de forma tan acelerada.

Pero tampoco se puede generar una falsa idea de estabilidad, como aquello de que los combustibles, como las gasolinas, no suben más que la inflación. Cuando se descubre la verdad, además de sentirse engañado, se desconfía de la información.

Las expectativas, creíbles, son que la inflación general en México pueda bajar hacia el cierre del año a niveles ligeramente inferiores al 5%. Esto implicará que entre este mes y diciembre próximo veremos incrementos en promedio de casi el 6%.

A pesar de que noticiosamente es muy llamativo, no podemos hacer de los precios volátiles el referente de la inflación.

Por ejemplo, el limón. Este fruto es noticia porque ha alcanzado niveles de hasta 100 pesos el kilo. Esto deja la sensación de un disparo sin control de la inflación, cuando se trata de un producto que enfrenta escasez por diferentes razones que incluso se cruzan con el crimen organizado y que eventualmente regresará su precio a niveles más razonables.

Si vemos el precio del aguacate con el Super Bowl tan cerca, pues seguro estará de espanto.

En los mercados de materias primas se empieza a ver una baja en los precios de los granos, eso puede implicar que baje el precio del maíz, por ejemplo. Aunque, claro, nunca veremos en una primera plana que bajó dos pesos el kilo de la tortilla.

Hay otros datos alentadores que podrían anticipar menos presiones inflacionarias. Por ejemplo, las inflaciones de México y Estados Unidos son muy similares y con ello se pueden generar menos presiones cambiarias.

De hecho, la relación peso-dólar lleva más de un mes con una tendencia estable, con el peso en torno a los 20.30 en el mercado de mayoreo, lo que implica una preocupación menos.

Una tendencia a la estabilización de la inflación que sea evidente también quita tentaciones a gobiernos como el mexicano que se precipitan con soluciones efectistas que acaban siendo peores que los problemas.

Si se nota una baja en la inflación, se reducen las posibilidades de medidas populistas como el control de precios que tanto daño hacen en una economía.

La inflación es el peor impuesto para los que menos tienen, para los asalariados que enfrentan las razones o los pretextos de la crisis Covid-19 en sus ingresos estancados.

Hay que aprender a vivir con los efectos de los aumentos en los precios de los productos volátiles. Por ejemplo, si por ahora la vida y la inflación no nos dan limones, hagamos agua de piña o melón, que bajaron su precio al inicio de este año.

@campossuarez