Esta infortunada frase la acuñó AMLO durante el pico máximo de la pandemia. Este razonamiento, tan retorcido, sigue siendo vigente para un régimen que ve en la polarización una oportunidad para imponer la 4T.

La presidencia de AMLO está a las puertas de su reto más importante y para el que está menos preparado: la crisis económica y social que vamos a enfrentar -irremediablemente- a partir del año próximo.

Las personas en casi todo el mundo están al límite de sus capacidades económicas y emocionales. El Presidente lo sabe y no ignora los siguientes datos:

La tasa de referencia de Banxico está en 5.5% (vs. Estados Unidos, .25%; Unión Europea, 0% y Japón, -.1%) es decir que tanto para el consumo como para la producción las tasas de interés en México son terriblemente altas. La inflación se ubicará alrededor del 7.6% anual, esta se ha duplicado en dos años. El tipo de cambio habrá pasado en tres años de 18.60 pesos a 22.00 pesos (18.27% de devaluación). Las señales de que estamos en la antesala de una crisis mayor son innegables. Reacción del Presidente: evadir el problema.

La existencia de una nueva ola de Covid ya no es un tema a discusión, lo importante es minimizar su impacto tanto en términos sanitarios como en lo económico y social. Reacción del Presidente: convocar a la mayor cantidad de personas posibles en concentraciones tumultuarias, y fomentar el culto a su persona.

El Presidente ha cambiado al ganso del triunfo por el avestruz de la ceguera, y en lugar de optar por consensuar en lo político una propuesta conciliadora con los líderes sociales y económicos a fin de hacer frente a un conjunto de problemas que podrían desencadenar en una crisis sistémica en lo interno y que se dará en un contexto de crisis económica mundial, ha decidido resolver todo lo anterior con su fórmula preferida: sumar enemigos y salir a una nueva campaña.

AMLO necesita desesperadamente que lo amen, que lo acepten, que le griten ¡es un honor estar con Obrador! No puede resistirse a la idea de que nunca más estará en una boleta electoral para presidente. Inteligente como es -muchos no lo creen- sabe que su movimiento se fracturará en al menos tres partes: Claudia, Marcelo y Monreal. De esos tres, dos serán sus adversarios más poderosos.

La revocación de mandato es un ejercicio absolutamente inútil a la luz de las presentes condiciones, pero muy útil bajo las necesidades presentes y futuras de López Obrador y su debilitado partido.

Tener la oportunidad de presentar a su peor enemigo -el INE- como un obstáculo para la democracia y encontrar una vía para su desaparición o enjuiciamiento de los consejeros electorales ¡le viene como anillo al dedo!

En su campaña -será exclusivamente suya- podrá evadir las alarmantes cifras de seguridad, no le importará incumplir la Ley de Presupuesto que ampara los dichos del INE, ni el riesgo sanitario que supone una convocatoria como la consulta. No. Lo importante es estar una vez más en la boleta, proclamar hasta el aburrimiento las bondades de la 4T. ¡Como anillo al dedo!

Pase lo que pase, tendrá al menos tres meses completitos de campaña, donde los antiguos y nuevos enemigos -Aristegui y contando- serán exhibidos como conservadores, fifís o simplemente traidores.

Pero lo mejor para AMLO sería -así como lo ve- ¡que la votación de la revocación de mandato no se dé! Perdiendo, ganaría. El resultado ya no importaría en lo más mínimo. Él sería de nuevo la víctima de los conservadores ante el pueblo bueno, y además lo lograría sin ningún riesgo.

¡Eso sí que le vendría como anillo al dedo!

¿Le parece un asunto perverso? Lo es.

 

@Pancho_Graue

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