Adalberto Santana

El domingo 19 de diciembre de 2021 se desarrolló la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Chile. Contendieron dos candidaturas en ese país austral, resultando victorioso Gabriel Boric Font, el candidato por el Partido Apruebo Dignidad. Es decir, ganó el bloque de las izquierdas chilenas. Con ese triunfo se demostró que en nuestra América ha desaparecido el llamado centro político. Las dos tendencias (izquierda y derecha) se han enfrentado en elecciones recientes en toda nuestra América, resultando triunfadoras las fuerzas de izquierda.

Recientemente pasó en los comicios de Honduras del pasado 28 de noviembre, donde Xiomara Castro, candidata del Partido Libertad y Refundación (Libre) de tendencia progresista, derrotó al candidato del derechista Partido Nacional de Honduras.

Situación semejante ocurrió en Nicaragua, en las elecciones generales del 7 de noviembre de este mismo año, donde el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), con la candidatura de Daniel Ortega, se impuso al conjunto de la oposición conservadora. En el caso del Perú también ocurrió algo semejante, cuando el candidato de las izquierdas peruanas, Pedro Castillo, se impuso en la segunda vuelta electoral del 6 de junio, en competencia cerrada a la postulante del frente derechista, Keiko Fujimori.

Y ocurrió con el arrollador triunfo en Bolivia de “Lucho” Arce en las elecciones generales del 18 de octubre de 2020, postulado a la presidencia por el Movimiento al Socialismo (MAS). Incluso en elecciones locales, como las de México del 6 de junio de 2021, y Venezuela, el 21 de noviembre, donde se disputaron varias gubernaturas, diputaciones y ayuntamientos, se impusieron electoralmente -en el caso de las elecciones mexicanas, la mayoría de los candidatos del bloque progresista (Partido del Trabajo, Morena y Partido Verde Ecologista de México)-, y en el caso venezolano triunfaron las candidaturas del Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV).

En Chile se refrendó esa tendencia. Con este resultado se puede pensar que se afianzarán políticamente los gobiernos progresistas de América Latina y el Caribe, hasta ahora ubicados en México, Argentina, Bolivia, Perú, Venezuela, Cuba, Nicaragua, San Vicente y las Granadinas. Ahora se suma Chile. Incluso pensemos que en 2022 habrá también elecciones presidenciales en Brasil, Colombia y Costa Rica y si esas tendencias se replican en esas naciones hermanas veremos en el escenario latinoamericano y caribeño un contundente auge de gobiernos progresistas. Esto sin duda fortalecerá el proyecto latinoamericano de una mayor justicia social, libre determinación, no intervención y de cooperación para el desarrollo. Es decir, el freno político y social a las llamadas políticas neoliberales en la región, medidas que fueron impuestas y replicadas en nuestra América tras el derrocamiento del gobierno del presidente Salvador Allende en Chile, en 1973. De ahí que los comicios chilenos nos muestran que el conjunto de nuestra América entra en un punto de inflexión donde “hoy día gana la esperanza al miedo” (neoliberal) como lo dijo el joven de 35 años, Gabriel Boric Font, en su primer discurso, en Santiago de Chile.

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