El tema de los migrantes ya salió del control del Gobierno federal.

Ebrard, de involucrar a los países de la región en una política más amplia para frenar la migración, no ha habido fórmula que valga.

En el caso específico de nuestro país, el Gobierno de la 4T comenzó con el pie izquierdo el análisis y tratamiento del tema migratorio.

Ni siquiera había asumido la presidencia López Obrador y ya había prometido -con la complicidad de Enrique Peña-, casa, vestido y sustento a los migrantes.

Prometió libre tránsito por el territorio nacional y hasta un campamento les acondicionó en la Magdalena Mixhuca, con servicios médicos y de comedor, para que no sufrieran incomodidades.

Eso fue antes de que Estados Unidos reclamara a México por la permisividad mostrada a la migración no regulada.

Ahora el Gobierno no sabe qué hacer con ellos.

No los quiere frenar en la frontera chiapaneca por aquello del “respeto a los derechos humanos’’, que las fuerzas policiacas aplican a conveniencia.

Los migrantes y quienes los encabezan han detectado la debilidad del gobierno mexicano y por eso pasan por encima de las autoridades migratorias y policiacas.

El fin de semana pasado contemplamos la incapacidad del Gobierno ya no para contener, sino para encauzar una marcha de migrantes que paralizaron, desde el viernes, la autopista México-Puebla.

Los indocumentados ocuparon los tres carriles de la vía sin que ni el personal del Instituto Nacional de Migración, de la Guardia Nacional o cualquier otra autoridad los haya podido aislar a un solo carril.

Durante su marcha, el contingente de migrantes ha herido a policías, atacado a personal del INM -que en el colmo de los casos ya ni se les acerca-, sin que haya consecuencias jurídicas para ninguno de los agresores.

Son los migrantes los que imponen las reglas a un Gobierno tibio que lo mismo permite que sus policías sean apedreados que parar por tres días consecutivos una vía de vital importancia para el traslado de pasaje y mercancías.

Esto ya rebasó el respeto a los derechos humanos; es una debilidad estructural del gobierno mexicano que no supo y no ha sabido cómo enfrentar un fenómeno social que alentó y patrocinó.

Hasta mariachis les llevó.

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Aunque dicen que “nunca es tarde para…’’, lo cierto es que el diálogo entre el PAN y el Gobierno federal que comenzará en enero en la Secretaría de Gobernación ocurre con tres años de retraso.

El presidente del PAN, Marko Cortés, anunció que en enero comenzará el “diálogo’’ con el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, con la instalación de siete mesas temáticas, una de ellas destinada al análisis de la contrarreforma del sector eléctrico.

¿Qué tanta libertad tendrá para negociar el secretario de Gobernación?

No es ociosa la pregunta porque durante los tres años del gobierno lopezobradorista ha quedado más que claro que todos los secretarios de Gabinete no tienen margen de maniobra: lo que se hace es lo que diga el Presidente.

Y si no lo creen, pregúntenle a quienes han renunciado al gabinete, comenzando por Germán Martínez y Carlos Urzúa.

El diálogo -o monólogo- servirá solo para que Cortés se lave la cara.
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La mayoría morenista y sus rémoras reventaron la sesión en la que comparecía el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell.

Las preguntas incómodas de la oposición no gustaron al funcionario y los diputados de Morena, que debían velar por el interés de sus representados, representaron el interés del encargado de la pandemia.

El mundo al revés.

LEG