Foto: Especial Los autores de la delegación invitada reconocen la crisis, pero también la oportunidad creativa que trae consigo  

El calor de su volátil ambiente político ha marcado la participación de Perú como invitado de honor en la feria del libro de Guadalajara (FIL), a la vez que ha abierto una oportunidad para que nuevas voces de su escena literaria se den a conocer.

Los autores de la delegación invitada reconocen la crisis, pero también la oportunidad creativa que trae consigo.

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Saludan entonces la pluralidad de registros poéticos y narrativos de la delegación, así como un notorio interés identitario, donde destacan el feminismo y la reivindicación de las lenguas indígenas.

Pero las tensiones generadas por visiones políticas contrapuestas casi quiebran la participación peruana en el evento.

“Convive un momento que a mí me parece potencial, que tiene potencia, con otro momento que ya representa el pasado, algunos autores que están a la retaguardia y sin embargo son muy leídos”, dice el novelista Richard Parra, de 45 años.

El autor de Resina (Seix Barral, 2019) cree que el éxito de aquellos autores responde al uso de un lenguaje estándar que se ciñe a modelos consagrados por el mercado “sin mayor penetración lingüística, histórica y literaria”.

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“La lengua yo la agarro de la calle (…) de ahí la transformo como pueda en otra cosa”, contrasta Parra, quien explora la transformación de las palabras y el humor.

Miluska Benavides, reconocida entre los 25 mejores narradores hispanos menores de 35 por la revista británica Granta, resalta también a una generación de autores fruto de un “nuevo paisaje social peruano”.

Hija de migrantes andinos, muchos desplazados a grandes ciudades por la pobreza y la violencia de la guerrilla maoísta Sendero Luminoso en los años 1980, Benavides retoma esos orígenes, así como la influencia de autores como Miguel Gutiérrez o Pilar Dughi.

También se asume parte de una escena de “nuevas identidades urbanas a partir de sus propios materiales y origen”.

Pero el afán reivindicativo del gobierno de Pedro Castillo, primer mandatario izquierdista y de origen campesino en décadas, casi descalabra la delegación.

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En septiembre, su gobierno desembarcó a una decena de autores argumentando que debía privilegiarse a escritores indígenas o provincianos que no habían tenido oportunidad de mostrarse en el escenario internacional.

La decisión excluyó de la FIL a autores como Gabriela Wiener, Karina Pacheco o Renato Cisneros y precipitó la renuncia solidaria de figuras como Santiago Roncagliolo.

El incidente ocurrió días después de uno similar en Colombia, donde el gobierno de Iván Duque chocó con reconocidos escritores que denunciaron haber sido excluidos de la Feria del Libro de Madrid por su posición política.

Roncagliolo explica que “muchos escritores sintieron que el Estado despreciaba” el trabajo de los autores retirados y por ello abandonaron la delegación.

Los “vaivenes de la política” determinaron una selección de autores poco conocidos, incluso para los peruanos, opina Roncagliolo, pero que representan las voces y realidades “diferentes y a menudo contradictorias” del Perú contemporáneo.

“Esta feria es una oportunidad para descubrirlos”, dijo el autor de Abril rojo.

También provocó que Mario Vagas Llosa, premio Nobel y figura totémica de la literatura peruana, dijera que se trataba de “una representación lamentable” sin “escritores de verdad”.

Para Diego Trelles, autor de La procesión infinita (Anagrama, 2016) novela finalista del Premio Herralde, las declaraciones de Vargas Llosa fueron “revanchistas y deleznables”, además de una falta de respeto.

“Vargas Llosa también emplea estos espacios que le abren para hacer plataformas políticas”, añade Trelles, radicado en París.

La propia FIL enfrenta fricciones a lo interno en México, en particular desde la presidencia del izquierdista Andrés Manuel López Obrador, quien el pasado lunes cuestionó supuestos pagos de los organizadores a Vargas Llosa, también severo crítico de López Obrador.

Pese a rechazar su actuación política, Parra y Trelles coinciden en su respeto hacia un escritor “que nos formó”, pero cuyo influjo como “padre literario” va cediendo y dando paso a nuevas propuestas.

LEG