La Fórmula 1 tras bambalinas
 

La Fórmula 1 se caracteriza por ser, como en México se vio, una fiesta que aglomera a gente de todos lados para disfrutar de un espectáculo peculiar. Hay, sobre todo, glamour, fastuosidad, pero también mucha gente que ejecuta las acciones para que eso se lleve a cabo. El trabajo que nadie ve y que es el más importante para que la magia suceda.

Mientras todos se encuentran enfocados en la carrera principal y todo lo que de esta deriva, tras bambalinas, el personal de las escuderías inicia el trabajo para desmontar todo lo que días antes transportaron para alzar los hospitalities y boxes.

Hombres y mujeres ponen manos a la obra para llevar cargamentos hacia los camiones que los llevarán al aeropuerto con destino a Brasil.

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Sorprende la rapidez con la que cambia lo que una hora antes era una pasarela a un campo de obreros con ropas de miles de pesos que transportan todo en contenedores de tamaños impresionantes.

Montacargas por doquier que encuentran la forma de no chocar y volver a pasar para ir por una nueva carga. Extraña que sin gritos ni avisos en voz alta, hay un cierto orden en esa acción de tirar todo, evidentemente, con la intención de volver a ponerlo en pie en otra latitud.

El sol ya no quema, solo alumbra a los que por un rato dejan el glamour de lado. Público aún en las instalaciones de paddocks se detiene a verlos, otros tantos pasan de largo. Hay quienes gritan para llamar la atención de alguien que aún está en las terrazas.

Las gradas del Foro Sol se vaciaron. Alguno queda que quiere permanecer el mayor tiempo posible y saborear al máximo la experiencia que se da cada año. Quizá para esperar menos que otros el regreso de la Fórmula 1. Al menos unas horas.

Hamilton ataviado en una chamarra a cuadros sale por detrás de las instalaciones. Va con paso sereno, directo a tomar el transporte que lo lleve fuera del autódromo. Un par de personas lo alcanzan corriendo para pedirle las que seguramente fueron las últimas fotos que dio ahí.

La adrenalina ya bajó. Todos se fueron felices. Todos sabedores que el festejo sigue fuera, no importa que mañana sea lunes. El logro de Checo es el pretexto ideal.

Pero ahí quedan las hormigas trabajadoras que a media luz empacan, llevan, traen… No es que no quieran un descanso, es que su labor es fundamental para que pilotos, jefes, ingenieros y mecánicos puedan tener todo en tiempo a miles de kilómetros de la Ciudad de México.

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El ocaso ganó la carrera y la noche les cae. Ya no hay luz natural, pero sí bastante en las instalaciones para terminar de sacar todo. El sol terminó su jornada y el frío es el recordatorio de que el invierno está muy próximo en la parte norte del ecuador.

Esas son las últimas imágenes que cada Gran Premio de México arroja al interior. Son imágenes que no se ven, sin embargo, son los cimientos de lo que en cada carrera termina en un podio para los más afortunados.

Dos años pasaron desde la última vez que se presentó el Gran Circo en la capital. Mucho tiempo que el maldito virus provocó. Pero eso ya quedó atrás y ahora con la ilusión de ver un capítulo como el que brindó Checo, empieza el conteo regresivo para que en menos de un año la fiesta vuelva a estar presente en el Autódromo Hermanos Rodríguez, fiesta en la que los glamurosos obreros son parte vital.

OH