Para muchas personas, un día feriado no es más que una traba para resolver todos los pendientes de la oficina. O, si la cosa está estancada, incluso puede interrumpir ese descanso para “agarrar el toro por los cuernos” y atender ese asunto.

Muchas veces, la presión viene de alguien más. Sin embargo, a veces esta cultura es tan viciosa que te dejas llevar por esa mentalidad.

Es de entenderse, porque desde temprana edad se te inculca que el trabajo debe meterse en tus ratos de ocio. Por ejemplo, las tareas y proyectos en la escuela. Además, el tiempo vacacional pasa de ser largas temporadas, como dos meses en verano, hasta administrar un par de días, como si se tratara de un gasto.

Dichas creencias pueden ser el origen de la excesiva productividad. Previo a la pandemia se hablaba de muchas costumbres malas del “mundo godín”, mas una ciertamente fatal es la del horario. Si el tiempo de tu chamba termina a las seis y se pueden dejar los pendientes para el día siguiente, o simplemente ya no hay más, ¿por qué las personas te ven feo, como si hubieras estado calentando la banca todo el día? De lo contrario, ¿por qué terminar siempre tarde es señal de éxito?

Sí, pueden ser productivas esas horas adicionales, pero también pueden ser consecuencia de falta de organización o de echar la flojera el resto del día. ¿Y por qué vamos a estar tiempo adicional si tenemos vida? ¿Por qué vamos a rendir horas extra si no las pagan?

Ojalá el trabajo remoto tuviera más respeto al tiempo personal, pero en muchas empresas incluso el movimiento a lo digital representó lo contrario. El saber que no se depende de las herramientas de una oficina incentiva los malos tratos, como pedirte cualquier cosa en todo momento. Aunque muchos lugares aprendieron a esquematizar horarios, otros aún no han migrado porque están viendo “cuántos frutos rinde”.

Lo peor del caso es sentirte culpable. Empiezas a creer que está mal no quedarse tarde, o no desvelarse adelantando proyectos del día a día pese a darlo todo de nueve a seis, como si darse un rato para descansar fuese un crimen. Vaya, hasta te da pena pedir vacaciones, cuando llevas meses respondiendo asuntos a toda hora y “poniéndote la camiseta”.

Por desgracia, ser freelance tampoco salva de ese castigo interno. Porque existe esa necesidad intrínseca de sentirse productivos todo el tiempo, y cuando gana la ansiedad, o no tomas en serio tu trabajo, absorbes muchos más proyectos de lo humanamente posible. Por supuesto, llegan días de entrega y el pánico te consume: ¿por qué dices sí a todo?

Es importante entender, o hacer entender, que despegarse de vez en cuando es esencial para rendir mejor en todos los aspectos de la vida. Incluso tomarse pausas de cinco minutos durante un día de trabajo puede hacerte rendir mejor. Si de plano la agenda no da, entonces es clave buscar esos espacios dentro de ella. Porque tomarse un respiro no sólo ayuda, es VITAL. Y si no lo tomas en serio, ¿quién lo hará?

 

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