En una sola frase y en apenas su primera inauguración de Juegos de verano como presidente del movimiento paralímpico, Andrew Parsons logró decirlo todo a los atletas: “si el mundo los ha etiquetado, ahora es su turno para reetiquetarse como decidan: campeones, héroes, amigos, colegas, modelos a seguir, simplemente humanos”.

Y es que ahí radica una de las mayores problemáticas para las personas con discapacidad: el verse simplificados a una palabra o una mera condición física. Mucho más dañino que el límite que supone cualquier discapacidad, es el límite que impone esa etiqueta.

En muy buena medida los Juegos Paralímpicos son indispensables por eso. Claro, existen varias razones más para asumir cuánto los necesitamos (proyectar valores como inclusión y empatía; generar un marco competitivo al quince por ciento de la población mundial; inspirarnos y aleccionarnos a proporciones insospechadas; enfatizar la relevancia insustituible del deporte como vía de rehabilitación; dar visibilidad y notoriedad a tan enorme grupo; recalcar el sentido de la superación y perseverancia). Sin embargo, mi razón favorita es la de reiterar que, de alguna u otra forma, todos tenemos alguna discapacidad.

No existe quien resulte igual de talentoso en toda faceta, si vamos a ir por la vida clasificando como discapacitado o no discapacitado nos costará ubicar a alguien en el espectro de ser capaz para todo. Resulta que son más notorias la ausencia de una extremidad, o la imposibilidad de algún tipo de movilidad, o la debilidad visual, o alguna otra condición física. Sin embargo, el mensaje es evidente: basta de etiquetar.

La inauguración logró tocar las fibras importantes con una alegoría tan sencilla como digerible. En el para-aeropuerto existía un avión con una sola ala que pensó que jamás podría volar. Impactado por lo que ve a su alrededor y tras un complejo proceso interno de convencimiento, termina por atreverse a volar.

De eso tratan estos Juegos. Para vuelos y titanes en acción dense el tiempo de observarlos. Corriendo, nadando, practicando cualquier deporte, lo de los atletas paralímpicos equivale a volar. ¿Cuántos de ellos estuvieron condenados a vivir de espaldas a la sociedad, postrados, recostados, ocultos, sin mayor posibilidad que sentir el pasar del tiempo sin vivirlo? Su respuesta es así de contundente. Porque la discapacidad no puede ser lo que defina a un ser humano. Puestos al horrible afán de definir, mejor hagámoslo considerando su respuesta ante esa discapacidad, su activación, su voluntad, su entereza, su fiereza, su coherencia, su obstinación en salir adelante.

Los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020 han comenzado con las palabras indicadas. Del resto, de la parte atlética, no hace falta preocuparse: los desempeños superarán con creces lo que cualquiera se atreva a imaginar.

Twitter/albertolati

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