Posiblemente recuerden una película de 1999 que se llama Magnolia, del director estadounidense Paul Thomas Anderson. En ella, Tom Cruise, junto con un multiestelar reparto que incluye a Julianne Moore y a Philip Seymour Hoffman, interpreta el papel de un muy memorable charlatán y consagrado “gurú de la seducción” de nombre Frank TJ Mackey que vive de dar cursos en los que enseña a hombres frustrados a convertirse en depredadores sexuales, con icónicos momentos y frases que, en su momento, resonaron muchísimo.

Frank TJ Mackey (Tom Cruise) a lo largo de la película tiene que hacer las pases, o al menos intentarlo, con su moribundo padre que sufre sus últimos días de una enfermedad terminal, y a quien Frank no puede perdonar el haberlos abandonado a él y a su madre cuando ésta estaba a punto de morir de cáncer y él era un niño.

A pesar del dramatismo de la película y la memorable actuación de Tom Cruise, que lo llevó a que lo nominaran para un premio Oscar como actor de soporte, sería imposible pensar que un personaje así estuviera nominado o incluso que existiera hoy en día en una película considerada seria y mucho menos en Hollywood.

La masculinidad tóxica se ha vuelto uno de los más grandes tabús de nuestros días y difícilmente algún actor de peso quisiera estar relacionado a una imagen así. Yo creo que ya no da ni para que fuera un villano, aunque en este caso no lo sea, porque en esta película incluso es tratado como víctima de abuso en su infancia. Otras cintas del mismo actor como Eyes Wide Shot o incluso Top Gun también serían impensables en nuestros días. Posiblemente es la razón por la cual hoy casi se dedica solo a hacer películas de acción de la franquicia de Misión Imposible, que carecen de cualquier fondo temático y únicamente se concentran en fantasiosas y arriesgadas secuencias de acción.

En esta última edición de Cannes vi más de 20 películas y sentí un monotematismo constante. La mayoría de las películas giraban en torno a los mismos 3 o 4 estereotipos en los cuales los problemas eran más o menos similares en situaciones geográficas diferentes, aunque las películas individualmente fueran muy buenas, palabras más palabras menos se empezaba a sentir una especie de género festivalero políticamente muy correcto, práctica que como sabemos, también es constante en las películas y series de estudios y plataformas.

No voy a verbalizar dichos temas aquí porque siento que no me corresponde y parecería que estoy en contra o que critico a tal o cual película o temática, lo cual sería completamente incorrecto. Lo único que me gustaría es que, entre todos, audiencia y cineastas, escritores, críticos y jurados de festivales e incluso activistas, pensáramos si queremos que el cine sea, o al menos no solamente, un medio de propaganda ideológica, o quisiéramos que además fuera un espacio para debatir ideas, incluso aunque éstas resultaran controversiales, si debería tal vez existir la libertad de interpretar personajes y hablar de historias con protagonistas moralmente cuestionables. Que, a partir de su debilidad de carácter, falta de ética y reprobable ideología nos ayudaran a reflejar problemas que existen en la sociedad y la manera de enfrentarlos.

  @pabloaura