El presidente Andrés Manuel López Obrador ha enderezado sus ataques a las clases medias, en una postura más de jefe de camarilla que de jefe de Estado. Pero, al mismo tiempo, ya soltó al Instituto Nacional Electoral (INE).

Las mañaneras se han convertido en un espacio presidencial para el proselitismo. No hubo manera de frenar el ejercicio de campaña hacia el Presidente antes de las elecciones. Y ahora ese espacio matutino sirve para el desfogue presidencial en contra de aquellos que ahora le retiraron el voto.

Está muy enojado con aquellos que, desde la clase media, ya no apoyaron su movimiento. Pero, al mismo tiempo, se declaró feliz, feliz, feliz, con los resultados electorales.

Incluso, claro sin mencionar al INE por sus siglas, pero presumió la organización y desarrollo de las elecciones donde no hubo una intervención del Estado. Usó las gráficas del propio instituto electoral para justificar que le fue requetebién a su movimiento.

Esa es una gran noticia si tomamos en cuenta que justo antes de las elecciones ya se perfilaba el intento presidencial de desmantelar a esta institución electoral.

Ese discurso de desprecio a los que aspiran a una vida mejor, más allá de vivir de los programas asistencialistas del Presidente, se respalda en haber obtenido una mayoría suficiente para hacer con la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos lo que quieran.

Los legisladores que estarán al servicio del presidente López Obrador durante la siguiente legislatura le garantizan que no habrá ninguna variación en su política de gastar a manos llenas en la formación de esas clientelas políticas fieles, así sea, como hasta ahora, a costa de reducir otros gastos esenciales.

Pero no tiene garantía de poder lograr los cambios constitucionales que sí tenía contemplados antes de las elecciones, entre ellos la dosificación del INE.

Hay el anticipo de tres intentos de reformas constitucionales, una tiene que ver con temas electorales, otra con elevar a rango constitucional los intentos que ha hecho la 4T de entorpecer a los particulares para privilegiar a la Comisión Federal de Electricidad y una iniciativa más que enviaría el presidente López Obrador para legalizar la militarización de la Guardia Nacional.

Tal parece que los tres ejes de las reformas constitucionales que pretende el Presidente están hechos para la confrontación con una oposición que abiertamente se ha manifestado contra debilitar al árbitro electoral, regresar a los tiempos del estatismo energético y legalizar la presencia del ejército en labores de seguridad pública.

No parecen asuntos fáciles de conciliar con una oposición que claramente ha marcado su postura en esos tres temas. Pero quizá esa es la intensión, mantener una radicalización como forma de descalificar a sus adversarios.

Es muy buena noticia que el Presidente haya dejado en paz al Instituto Nacional Electoral, por ahora. Es lamentable su afán de buscar la polarización social.

Está claro que este será el ambiente que prive el resto de la administración de López Obrador. Lo único deseable, dentro de lo negativo que es confrontar a la sociedad, es que todo se mantenga dentro de los cauces de la legalidad y las instituciones.

 

@campossuarez