La pandemia vino a acelerar un fenómeno que, previo a la crisis sanitaria, conocía ya un rápido crecimiento, que es el uso de las redes sociales dentro de las estrategias de comunicación política, en particular durante las campañas electorales. Se trata de una nueva realidad que ha venido a modificar por completo la vinculación candidato-ciudadano, no siempre con los mejores resultados.

De todos es sabido que los actos proselitistas como en un pasado eran concebidos -eventos masivos, contacto personal con los electores, visitas a casas- quedaron hechos a un lado por consideraciones de seguridad. Hoy, las campañas, hablando en términos comunicacionales, son mucho más de aire que de tierra, es decir, se privilegian los encuentros virtuales al trato directo con los votantes.

¿Qué ha sucedido en este proceso electoral mexicano, el más amplio de toda la historia democrática por el número de puestos de elección popular? Sin eventos masivos, el único camino que quedaba era el de la sobre explotación de las redes sociales como Facebook, Instagram o TikTok, cada una de ellas destinada a segmentos diferentes de la población.

Con más de 21 mil cargos en disputa en los 32 estados, la oferta electoral se ha multiplicado de manera casi incontrolable, a tal grado que muchos de los candidatos han tenido que recurrir a cualquier tipo de bufonada para captar la atención de los ciudadanos, en detrimento del contraste de ideas y presentación de propuestas serias. 

Es así como durante este proceso se ha incrementado el número de imágenes en las que aparecen candidatos bailando, cantando, cocinando, lanzando improperios o junto con sus mascotas. Todo ello con la finalidad de hacerse notar en un mercado electoral sumamente saturado y que ha orillado a asesores y aspirantes a replantear sus estrategias.

Es muy temprano para saber si este nuevo fenómeno, el de las redes sociales, suplantará a las formas tradicionales de hacer política y de búsqueda de votos, como lo son las movilizaciones de las estructuras partidistas y el contacto directo con los electores a través de actos populares, además de las tumultuosas campañas vía spots, que han saturado los espectros electrónicos. 

Serán muchos los retos que las clases gobernantes enfrenten una vez culminadas estas elecciones intermedias. Uno de ellos será recuperar el prestigio y la credibilidad que se han perdido por la vacuidad que ha caracterizado la actividad proselitista en estos últimos meses.

 

Segundo tercio. 89 millones de mexicanos participan activamente en las redes sociales, alrededor de 70%. La edad de la mayoría de los usuarios oscila entre los 18 y 34 años y se trata de uno de los segmentos del electorado que más tarda en definir su voto.

 

Tercer tercio. La regulación de las redes sociales en materia electoral es aún laxa y mucho menos rigurosa que en otros aspectos de la vida proselitista. Es quizá uno de los ámbitos que requiera de una reforma para ponerla acorde a los nuevos tiempos.

@EdelRio70