Felipe de Edimburgo fue el compañero de Isabel II por más de 70 años.
Foto: AFP Felipe de Edimburgo fue el compañero de Isabel II por más de 70 años.  

Los restos de Felipe de Edimburgo ya descansan -temporalmente- en la bóveda real de la capilla de San Jorge, tras las sobrias exequias que le rindió la familia real este sábado.

El ferétro del duque de Edimburgo arribó cubierto con su estandarte, evocación de sus raíces griegas y danesas. Sobre este fue colocada su gorra naval y un ramo de flores blancas que escogió la Reina Isabel II para recordar su tiempo juntos.

Los miembros de la realeza acompañaron el ataúd hasta que fue colocado en el catafalco, tras lo cual se distribuyeron por la capilla, en función de las medidas de seguridad sanitaria por la Covid-19, de ahí que la Reina se sentará sola.

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Todos los invitados se colocaron mascarilla para la ceremonia.

Previo a la ceremonia religiosa, se guardó un minuto de silencio en toda la nación en honor al duque.

El servicio fue encabezado por el decano de Windsor, el reverendo David Conner quien señaló:

“Estamos hoy aquí en la capilla de San Jorge para entregar en manos de Dios el alma de su siervo, el príncipe Felipe, duque de Edimburgo. Con nuestros corazones agradecidos, recordamos las muchas formas en las que su larga vida fue una bendición para nosotros”.

Tras el coro -de cuatro personas-, clarines de los Royal Marines y trompetistas de la Household Cavalr ofrecieron sus notas: los primeros tocaron el “Último mensaje” para dar paso a los trompetistas que tocaron la diana.

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Conforme finalizaba el servicio, los cornetas tocaron “Estaciones de acción”, que tradicionalmente se escucha en un buque de guerra naval e indica tomar estaciones de batalla. El llamado fue solicitado por el príncipe Felipe.

El arzobispo de Cantenbury dio la bendición para luego interpretarse el himno nacional, lo que concluyó el servicio.

LV