Si aquella famosa frase del candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador de, “al diablo con las instituciones” fue una síntesis de su pensamiento. Félix Salgado Macedonio es el ejemplo vivo de su aplicación.

El presidente López Obrador quiere que Salgado Macedonio sea gobernador de Guerreo y lo va a ser.

Es muy difícil que un Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que ha demostrado su alineación con los intereses de la 4T, ignore que para el presidente el hecho de que el Instituto Nacional Electoral (INE) cumpla con la ley es un atentado contra la democracia.

La expectativa de López Obrador es que el tribunal electoral regrese las candidaturas a Salgado y a Raúl Morón en Michoacán. ¿Habrá quien quiera apostar en contra de una resolución favorable del tribunal electoral a las causas de Morena?

Salgado Macedonio pasó por encima de las leyes penales. Mujeres con nombre y apellido tuvieron que enfrentar una revictimización ante el señalamiento de la mañanera de que más importante que castigar a un presunto violador, está el hecho de que Félix es popular entre el pueblo bueno.

Salgado Macedonio no enfrentó la Ley porque fue cubierto por ese manto presidencial en un tema penal y esa cobija le va a alcanzar en su problemita electoral.

Puede quedar este episodio en un exceso del poder, como tantos otros en este y otros Gobiernos. Pero no, el episodio de Salgado Macedonio se inscribe en la precipitación de algo mucho mayor y que ya deja ver la 4T este año que ha iniciado con la parte más radical de las regresiones que pretende.

Las contrarreformas eléctrica y petrolera ya constituyen un duro golpe al sentido común del mercado energético mundial, donde no hay un solo país en el mundo, más allá de Corea del Norte, que hoy les apueste a las energías fósiles, propiedad del estado, como motor de crecimiento de su economía.

Y menos hay ejemplos de naciones que prefieran un pleito comercial con su principal socio por motivos ideológicos.

El capítulo Salgado Macedonio precipitó los tiempos de algo que siempre ha anhelado López Obrador: tener el control absoluto de los órganos electorales para que él, en el nombre del pueblo, decida la forma de llevar a cabo los procesos electorales y con ellos sus resultados.

Es tal el enojo presidencial por la autonomía del INE que a 50 días de las elecciones ya anticipó que tan pronto como pase este proceso electoral va a por ellos.

Aquello de enterrar al INE de Salgado Macedonio, de exterminar al INE de Mario Delgado, presidente de Morena, no son exabruptos, son anticipos de lo que viene desde lo más alto del poder.

Esto que ahora se empieza a gestar es la más seria amenaza a la democracia, a la institucionalidad y a la estabilidad de México.

La 4T tiene el control del congreso, está claro que también de alguna parte del poder judicial. Y el INE es, junto con algunas instituciones autónomas financieras, pilar indispensable del país democrático y de libertades que habíamos conseguido.

 

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