Héctor Zagal

Héctor Zagal
(Profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana)

El 13 de abril se celebra el Día Internacional del Beso. La fecha recuerda el 13 de abril de 2011, cuando en Tailandia se registró el primer beso más largo de la historia: una pareja tailandesa se besó durante 46 horas, 24 minutos y 0 segundos. En 2013, la misma pareja alcanzó un nuevo récord: 58 horas, 35 minutos y 58 segundos. Si eso no es amor…al menos es un buen negocio, pues la pareja ganadora se llevó a casa 2 500 euros y dos anillos con diamantes.

Antes de la pandemia, los besos eran parte de nuestro día a día. En México, por lo general, solemos saludarnos con un beso en la mejilla. La instrucción de sana distancia complica este gesto. Además de un saludo, los besos son considerados una muestra de afecto y de intimidad relacionada, comúnmente, con sentimientos románticos entre dos personas. ¿Han visto la película “Pretty Woman” (1990)? En ella, Vivian (Julia Roberts), una escort, le confiesa a Edward (Richard Gere), un ricachón que la contrata como acompañante, que ella nunca besa a sus clientes para evitar el surgimiento de sentimientos amorosos. Esta declaración es muy fuerte y nos da una pista sobre el lugar que tienen los besos en nuestra cultura: un beso va más allá de un encuentro sexual. Es decir, el erotismo y el amor se unen (o separan) por un beso.

Podemos rastrear la práctica de besar hasta civilizaciones antiguas como la mesopotámica, donde se arrojaban besos al aire para ganarse el favor de los dioses. Parece que entre los egipcios antiguos más que besos, los amantes aspiraban el aliento del otro, pues consideraban que inhalándolo podían adquirir su esencia. Les confieso que la costumbre egipcia me da un poquito de asco, porque en el antiguo Egipto se comía mucha cebolla.

Los romanos, por su parte se besaban para saludarse entre ellos, sin embargo, dónde se diera el beso mostraba el rango social de quien lo daba. Por ejemplo, si se tenía un rango muy alto, uno podía saludar con un beso en la mejilla al César. Entre más bajo el rango, más bajo tenía que localizarse el lugar del beso.

En la Edad Media, durante las ceremonias que establecían un vasallaje, el señor feudal tomaba entre sus manos las del vasallo y le daba un beso como signo de aceptación. También existe el “osculum pacis”, o beso fraterno entre miembros de la Iglesia. Este beso solía darse en la boca en un inicio. Sin embargo, poco a poco el beso en la boca, visto como un intercambio de alientos (de espíritus) y como preludio erótico, fue reservado para las ceremonias matrimoniales.

La Biblia tiene uno de los besos más famosos de la historia: el beso de Judas. En la Biblia también encontramos besos amorosos, como en el Cantar de los Cantares: “¡Que me bese con los besos de su boca! Porque mejores son tus amores que el vino” (Cantares 1:2). Este texto, sin embargo, tiene distintas interpretaciones. Algunos ven en él una alegoría de la relación de Dios y su iglesia, no un canto al encuentro erótico de una pareja de carne y hueso.

El basium es el beso erótico entre amantes y se encuentra en la poesía erótica del poeta latino Catulo (siglo I a.C.) Quizás el lugar que tienen los besos en nuestra cultura como epítome de la unión entre deseo y amor sean un eco de sus versos: “¡Dame mil besos, después cien, luego otros mil, luego otros cien, después hasta dos mil, después otra vez cien! Luego, cuando lleguemos a muchos miles, perderemos la cuenta para ignorarla y para que ningún envidioso pueda dañarnos, cuando se entere de que son tantos los besos.”

Sapere aude! ¡Atrévete a saber!

@hzagal

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Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana