Ay, el fin lo último que quiero ver es la computadora”. ¿Has oído esta frase últimamente? ¿La has dicho tú, incluso, en estos días?

Tiene sentido porque estamos en un mundo donde todo lo “interesante” sucede dentro de la esfera virtual.

Imagínate un lunes cualquiera en estos tiempos: te levantas a ver los mails, tienes juntas en videollamada con tus colegas, te dedicas a hacer tu trabajo en la herramienta digital indicada (en muchos casos Word o Excel) y “tienes que estar conectado”, por lo menos durante toda tu jornada laboral, por si se ofrece algo. Después, cierras la computadora un rato, pero luego te dedicas a ver todo lo de YouTube, checas tus redes sociales para ver qué dicen los amigos, te echas una serie en Netflix, o te pones a jugar videojuegos… pero sigues conectado a una pantalla. Incluso los fines, la típica reunión en casa de un amigo se vuelve ooootra videollamada, un término que a varios ya incluso nos causa dolores de cabeza.

Y sí, podemos meternos a x o y curso, pero las cosas pierden un poco de su chispa si no implican un traslado, una aventura. ¿Apoco no nos da nervio esa emoción de llegar tarde, o ver si te topas con la persona que te cae mal sin saber qué decirle, o el pensar “qué darán de comer hoy en la cafetería”?

Porque así se ha vuelto nuestra realidad en muchos momentos: o todo es pantalla, o no tienes la opción de hacer algo sin sentirte culpable. Porque claro, existen los lugares públicos en necesidad, más la precaria situación nos hace pensar dos veces si en serio vale la pena hacer ese plan, ir a esa fiesta, a casa de esa tía, o al café, porque pensamos: “¿y si esta vez me toca?”

Entonces, mientras la sociedad se reconstruye, solo nos queda seguir viviendo una vida de plástico, e incrementar nuestro apetito por todo eso, antes llamado “normal”. Las peripecias y lo impredecible se queda guardado en el cajón.

Sin embargo, hay refugios donde se puede encontrar el paraíso. Lugares donde la distancia se puede respetar, existe el aire fresco y nos olvidamos, aunque sea por un ratito, del encierro.

Hay nuevos planes con un enfoque hacia el eco-turismo: playas, bosques, parques, o cualquier sitio donde se pueda hacer un retiro para conectar con la naturaleza.

Para quienes no pueden darse el lujo de la casa en Aca, Valle o Cuerna, también existen formas de decirle adiós a las pantallas mientras se ve un poco al interior.

Mucha gente ha adoptado rutinas de ejercicio frecuente, ha conocido los placeres de la meditación o se ha visto envuelta en pasatiempos capaces de desprendernos un rato de WhatsApp, incluso. ¿O apoco los libros, junto con un buen café o té, no se volvieron mucho más imponentes?

Sí, la computadora es la prisión capaz de darnos alimento en estos tiempos a la mayoría de nosotros. Pero siempre tendremos la libertad de no tratar de vernos en su reflejo. Aunque sea un ratito, hombre.

                                                                                                                       

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