Héctor Zagal

Hoy 23 de marzo se celebra el Día Mundial de la Meteorología. Esta rama de la ciencia estudia los fenómenos de la atmósfera, los cuales se relacionan con el clima. La atmósfera es una capa gaseosa que rodea al planeta Tierra.

En ella se producen cambios a nivel químico y físico que condicionan el estado del tiempo. Pero también protegen la vida en la Tierra al absorber parte de la radiación ultravioleta, lo cual mantiene la temperatura de nuestro planeta más o menos estable y lo hace habitable. La composición química de la atmósfera es, aproximadamente, un 78% nitrógeno, 21% oxígeno, el resto se compone de dióxido de carbono, argón, ozono, vapor de agua, partículas de polvo y polen.

Conocer el clima ha sido de vital importancia para el ser humano desde los albores de la historia. Permite conocer la regularidad de algunos fenómenos y los signos que nos permiten prepararnos para ellos. Gracias a esto pudo desarrollarse la agricultura a largo plazo, planear navegaciones marítimas y, actualmente, planear vuelos.

Ya Aristóteles, filósofo de la antigua Grecia, escribió sobre los fenómenos meteorológicos, los cuales incluían cometas, apariciones de cuerpos inflamados y móviles, el origen de los vientos y terremotos, huracanes de fuego, rayos y torbellinos. Para Aristóteles, el estudio meteorológico no se reducía a lo que ocurría en la atmósfera, sino en todo lo que aconteciera entre el suelo, la tierra, y los astros. Uno de los fenómenos más interesantes descritos por Aristóteles son las auroras boreales. Aristóteles escribe que se producen a causa de la ignición del aire. Este aire se tiñe de varios colores debido a que “la luz que atraviesa un medio más espeso es menor y, al permitir la reflexión, el aire producirá toda clase de colores, sobre todo púrpura o escarlata” (sic).

Uno de los fenómenos más importantes para el ser humano es la lluvia. Cuando llueve poco, los chilangos tenemos que aguantarnos recortes al suministro de agua. Tan importante es la lluvia que los mayas y mexicas tenían dioses que los proveían de ella: Chaac para los mayas y Tláloc para los mexicas. Pero todo exceso es malo. ¿Recuerdan ese gran diluvio universal narrado por la Biblia? La Tierra fue inundada por una lluvia de 40 días y 40 noches. Sólo Noé, su familia y una pareja de animales de cada especie, se salvaron. Los mitología griega nos habla de un suceso similar, pero los protagonistas son Deucalión y Pirra. Fueron avisados por Prometeo, padre de Deucalión, del diluvio que se avecinaba por lo que construyeron un arca. Una vez cesada la lluvia y bajadas las aguas, la pareja halló a un oráculo que les recomendó cómo repoblar la Tierra. Les dijo que arrojasen los huesos de su madre por encima de su hombro.

Deucalión y Pirra entendieron que “su madre” era Gea, la tierra misma, madre de todos los seres vivientes, y que los “huesos” eran las rocas. Así que tiraron piedras por encima de sus hombros y éstas se convirtieron en personas.

Pero no sólo agua cae del cielo. ¿Han escuchado hablar de la lluvia de sangre? ¿O de ranas? Algunos dicen que cuando parece llover sangre, en realidad es agua teñida de rojo por partículas de arena del desierto. Este fenómeno se ha presentado en países cerca del desierto del Sahara. Cuando se presenta lluvia de algún insecto o animal, parece que se debe a que estos fueron absorbidos por fuertes torbellinos que los transportarían a gran altura. Una vez cesada la fuerza del viento, estos caerían como si fueran lluvia.

¿Cómo ven? En una de esas no es tan descabellado que un día nos lluevan billetes.
Sapere aude! ¡Atrévete a saber!

@hzagal

LEG

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana