La conclusión más dolorosa a la que podría llegar el Club Deportivo Guadalajara sería admitir que con los futbolistas disponibles en el mercado no le alcanza más que para vagar por la parte baja de la tabla, pepenando algunos puntos de un lado o de otro, conformándose con ganar no más de una vez al mes y con ver cómo otros equipos (empezando por su acérrimo rival, el América) se reparten los trofeos.

Porque si a un plantel chiva se le ha invertido de verdad es a éste. Porque teniendo tantos elementos que pintan para titulares de una buena selección preolímpica habría de inferirse un buen desempeño. Porque si con lo que se gastó el proyecto no repunta entonces ya no sabremos ni por dónde.

Antes de que Ricardo Peláez encabezara la cara deportiva de esta directiva, el Rebaño se hizo de jugadores que sin duda han tenido un efecto importante. El capitán, Jesús Molina; el líder de la defensa, Hiram Mier; el hombre del desequilibrio al frente, Alexis Vega. Sin embargo, un año atrás quienes llegaron fueron jugadores tan costosos como prometedores.

Se les pagó a precio de realidad y no de futuribles porque, simplemente, no existían en el mercado futbolistas consolidados elegibles para Chivas. Jugar con puro mexicano tiene su enorme premio (ahí radica esta tradición y esencia, lo mismo el potencial económico y valor de la institución), así como una no menos abismal limitante.

Así que el Guadalajara trajo a Angulo, Calderón y Peña de Necaxa; a Uriel Antuna, esperando que como rojiblanco luciera tanto como cuando alinea con la selección; al Gallito Vázquez cuyo regreso culminó en fiasco; y al mayor de los peces del futbol mexicano, Víctor Guzmán, con tan mala suerte que retornó a Pachuca al anunciarse con absurda demora su dopaje.

De quienes ahí siguen (Calderón, Angulo, Antuna), basta con decir que hoy quizá están más lejos de su consagración a como se les percibía al pagarse semejante millonada por ellos.

De forma tal que el Guadalajara no ha logrado mejorarse demasiado respecto al pasado reciente. Van surgiendo elementos interesantes de fuerzas básicas, pero cuyo progreso sigue un camino inevitablemente lento.

Se cortó el proceso de Luis Fernando Tena y Víctor Manuel Vucetich no ha superado su rendimiento, salvo por la eliminatoria en la liguilla pasada en la que el Rebaño pasó por encima del América –resultado del que un grande no puede siquiera pretender vivir.

Algo está mal en Chivas, como en la conferencia del lunes Ricardo Peláez y Vucetich admitieron. Es la entrega. Es el compromiso. Es la simbiosis. Es el amor propio. Es la dignidad. Es acaso la calidad para jugar y la capacidad para tolerar la presión de portar ese uniforme.

A la única conclusión a la que ningún devoto chiva admitirá llegar es a una que acecha: tal vez esa es la realidad, tal vez para eso alcanza incluso gastando tanto. Versión desechable teniendo tan cerca la catarata de títulos con Matías Almeyda.

 

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