En un país en crisis, Pablo Iglesias irrumpió como un torbellino en la política española, prometiendo llevar al poder a la izquierda radical. Hoy se hace a un lado y abandona el Gobierno.

El profesor universitario con pasado comunista parecía emular a su amigo y admirado Alexis Tsipras, el líder de izquierda radical que alcanzó el gobierno en Grecia (2015-2019) y plantó cara a la austeridad recetada desde Bruselas.

Pero su “asalto a los cielos” se quedó corto: los cinco millones de votos obtenidos en 2015 en sus primeras legislativas no sirvieron para superar al histórico partido socialista de Pedro Sánchez, con el que acabarían formando -hace un año-, el primer gobierno de coalición de la historia moderna de España, entre tensiones.

Sin renunciar a su característica cola de caballo ni su estilo informal, Iglesias asumió la vicepresidencia segunda del Ejecutivo, a la que renunció ayer para aspirar a dirigir la importante región de Madrid y facilitar un relevo en su discutido liderazgo de Podemos.

“En política hay que tener valentía para ser capaz de comprender cuando llega el momento de dejar paso a nuevos liderazgos”, dijo Iglesias, quien cederá la vicepresidencia a la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz.

Con su retirada de la política nacional para centrarse en la regional de Madrid, se marca un arriesgado reto: desbancar de la presidencia a la controvertida conservadora Isabel Díaz Ayuso, cuyo eslogan es: “comunismo o libertad”.

LEG