En entrevista con Andrés Oppenheimer hace unos días, el presidente de Colombia, Iván Duque, detalló los tres pasos necesarios para liberar a Venezuela de la dictadura de Nicolás Maduro, que ya va para los 8 años.

Primero, Maduro debe irse sí o sí, y Joe Biden debe promover su salida como también hizo Donald Trump. Segundo, establecer un gobierno de transición con representación de la izquierda, el centro y la derecha, que convoque a elecciones libres. Y tercero, un plan de recuperación económica que frene el desastre chavista-madurista—desde 2004, la economía venezolana ha ido en picada—.

A inicios de febrero, Duque anunció un proceso de regularización de los migrantes venezolanos sin papeles que protegerá, por 10 años, sus derechos sociales y económicos, en lo que regularizan su estancia. Dos de los seis millones de migrantes que han huido de Venezuela, cruzaron a Colombia. Y de estos dos millones, un millón carece de residencia legal.

Duque ha decidido ayudar a nuestros hermanos venezolanos. El problema es que ha perdido aliados: en Argentina, los peronistas en el gobierno son pro-Maduro; en Bolivia, el nuevo presidente celebra el chavismo-madurismo; y México, por omisión, decidió apoyar al tirano al no cuestionar su represión.

Es una lástima que México, la décimo quinta economía del mundo, escoja no desterrar el autoritarismo de nuestro continente. El argumento de López Obrador es la “no intervención”, pero por otro lado, le da millones de dólares a El Salvador para que este replique programas de la 4T. La realidad es que López Obrador no hace nada porque el ala radical de MORENA apoya a la dictadura—y tal vez porque él coincide con ciertos postulados de Maduro—.

Nuestro país, junto con Colombia, Estados Unidos, Chile, y otros, podría usar medios pacíficos—presión económica, diplomática, mediática, etc.—para acorralar a Maduro. Su caída es el primer paso para la liberación de Venezuela. Pero la posición de México, guardando silencio ante la represión, nos hace cómplices del tirano. ¿Es inmoral? Claro. ¿Es cobardía institucional? También.

@AlonsoTamez