Cubrebocas, lentes de protección, caretas y gel antibacterial o alcohol en pequeños atomizadores se han convertido en “los básicos” cuando la gente sale a las calles.

Hace un año, la población comenzó a buscar cómo protegerse del virus SARS-CoV-2 hasta armarse con esos objetos para realizar sus actividades cotidianas.

Ahora pareciera normal, pero el Covid-19 dio un golpe seco cuando el 3 de marzo del año pasado, el Gobierno federal implementó la Jornada Nacional de Sana Distancia.

Se suspendieron las actividades escolares presenciales y las actividades no esenciales, se recomendó establecer una distancia de metro y medio entre las personas en espacios públicos, y se instó a la población a quedarse en casa.

La cuarentena trajo consigo peticiones de apoyos económicos de parte de meseros, artistas callejeros, empresarios…

El reclamo constante era que el cierre de los establecimientos generaría que miles de empleos se perdieran.

Así, en abril se registró uno de los peores momentos de la pandemia, de acuerdo con el Inegi, pues 12 millones salieron de la Población Económicamente Activa.

De ellos, detalló el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, hasta el momento, se han reintegrado aproximadamente nueve millones de personas.

A la pérdida de los empleos se sumaron los nuevos protocolos de convivencia una vez que las autoridades permitieron la apertura de negocios: toma de temperatura, uso de gel antibacterial y señalizaciones en el piso o mesas de restaurantes para que no fueran ocupados, entre otros; los cuales se convirtieron en la nueva normalidad.

LEG