Es un respiro ver cómo puede volver la vida institucional al Gobierno de los Estados Unidos. Da la esperanza de que hay vuelta atrás en esta ola de populismos que asedia al mundo.

Lo de ayer en El Capitolio de Washington DC fue un regreso al acartonamiento de la vida ordenada, a los discursos bien cuidados, que son aburridos, pero dan certezas.

Claro que fue notable el contraste entre la manera irresponsable en la que el expresidente Donald Trump azuzó a sus seguidores más radicales a asaltar El Capitolio y la producción perfecta de ayer. En menos de dos semanas, Estados Unidos pasó de un escenario de caos político al reencauzamiento de sus instituciones. Ese poder de regeneración hace de Estados Unidos la potencia que es.

Ya la pandemia de Covid-19 había condicionado que la ceremonia de juramento de Joe Biden como presidente de los Estados Unidos y Kamala Harris como la vicepresidenta fuera sin esas grandes multitudes de las ocasiones anteriores.

Pero la insurrección azuzada por Donald Trump provocó un alejamiento mayor de esa clase política victoriosa de la sociedad estadounidense. Sin embargo, ese último intento de Trump de aferrarse al poder fue, paradójicamente, lo que permitió que muchos de sus simpatizantes hoy se sientan aliviados de que ya no esté en el poder.

El discurso de odio y de polarización de Trump ya no se escucha más desde la cúspide del poder. Amenaza con regresar en la forma de una oposición radical, pero cuatro años de sembrar división provocaron un desgaste en muchos valores estadounidenses que, hay que decirlo, se mantenían con fragilidad como el alejarse del racismo.

Pero, fue el hecho de cruzar la línea de la violencia lo que lo desfondó y lo hizo salir por la puerta de atrás. Sin embargo, dejó esa semilla de la intolerancia que ayer estuvo presente en medio de la fiesta, lejos de las cámaras, quizá hasta de forma personalísima frente al televisor entre millones de estadounidenses.

El proceso de reconstrucción no va a ser algo sencillo. Primero porque el enemigo más letal que ahora ataca es invisible y ha provocado más de 400 mil muertes en ese país. La primera batalla que tiene que ganar Joe Biden puede ser la más significativa de toda su presidencia y es la guerra contra la Covid-19. A estas alturas no puede haber otra medida exitosa más allá de una vacunación masiva.

El siguiente escalón paralelo de la nueva administración tiene que ser la recuperación económica. El ciudadano promedio tiene que ver rápidamente resultados, sea con un subsidio directo o con la recuperación del empleo.

Joe Biden les devolvió la paz a millones de personas con la erradicación del populismo de Donald Trump. Pero la única forma que tiene para que su administración sea exitosa, en medio de las crisis sanitaria y económica, es dar resultados visibles.

De lo contrario, una nueva decepción puede hacer que, otra vez, muchos ciudadanos vuelvan a caer ante esas palabras maliciosas, divisionistas y mal intencionadas de un populista.

 

                                                                                                           @campossuarez