Al enterarme el martes por un comunicado de Luis Roberto Alves Zaguinho de la muerte de su padre, debo aceptar que fue un golpe fuerte para un servidor, que me removió muchas cosas en mi memoria, porque tengo qué aceptar que don José fue junto con Javier Fragoso, mis primeros ídolos en el futbol.

Un servidor tenía siete años, cuando mi padre me presentó a un amigo suyo: Manuel Camacho, portero del América en aquella época, lo cual fue un golpe de emoción brutal para aquel niño, pero fue mucho más fuerte la experiencia cuando nos invitó a ver el entrenamiento de los “cremas”, que empezaban también a tener el sobrenombre de “Millonetas”, porque tenía poco tiempo que la familia Azcárraga había comprado la franquicia.

Debo decir que comenzaban a llegar grandes jugadores extranjeros, sobre todo brasileños, los magos del balón, y así llegaron Zague y Moacyr para portar el escudo americanista, luego llegarían Arlindo y Vavá, este último ya como campeón del mundo. 

Recuerdo los campos, en Tlalpan y División del Norte, nada que ver con las instalaciones de hoy en día, a dos cuadras de distancia más o menos de donde hoy se entrena el equipo, sin lujos, incluso no estaban totalmente empastados.

Ahí estaban Camacho, Ataulfo, Bosco, Portugal, Del Águila, etcétera, y claro, Fragoso con Zague, un personaje de gran presencia. Recuerdo que nos permitieron acercarnos y que Camacho nos presentó a algunos jugadores, y el famoso Lobo Solitario me firmó mi cuaderno. Debo aceptar que fue increíble. 

Su apodo era ese, “El Lobo Solitario”, algo que yo en verdad no entendía de Fernando Marcos, Ángel Fernández y Fernando Luengas, narradores de aquellos tiempos. Ya después con explicaciones de mi padre, entendí que era porque aquel América prácticamente jugaba con un solo delantero: con Zague sólo al frente. Fragoso ayudando como lo que hoy llamamos falso nuevo y los costados con falsos extremos que arrancaban muy atrasados.

Es decir, ese América era contragolpeador, con un punta, al que le tiraban centros por todos lados, con un remate de cabeza extraordinario y así ese Lobo Solitario se convirtió en el máximo goleador del equipo hasta la fecha como extranjero.

El tiempo, el gusto por el futbol me llevó al periodismo deportivo y como reportero en la década de los ochenta, volví a encontrar don José, ahora con su hijo Luis Roberto llegando con su hermano Zeca a probar suerte a Coapa, y a partir de ahí la relación fue mucho más cercana, compartiendo diferentes momentos, incluso totalmente fuera de los campos de juego, incluso en su natal Brasil. 

Hoy le digo hasta pronto a ese hombre que me llenó de ilusiones y de amor por el futbol, que estoy seguro que ya está con el Chalo Fragoso y Moacyr Santos, sus grandes socios en América, por lo pronto, ¡gracias, Lobo Solitario!

                                                                                                           @raulsarmiento