Alonso Tamez

El populismo de derecha o izquierda—dividir a la sociedad en dos bloques antagónicos para capitalizarlo políticamente—es incompatible con las instituciones de la democracia y, por ende, con las libertades más básicas. ¿Por qué? Porque para ser narrativamente sostenible requiere enemigos, paranoia, conspiraciones y mentiras. Necesita poner un ciudadano contra otro y necesita extremos.

 

  • Estados Unidos tiene un problema de racismo institucionalizado viejo y notorio. Para muestra, el trato diferenciado que dieron las fuerzas del orden a las protestas contra el racismo el año pasado, y el que dieron a los supremacistas blancos y otros allegados de Trump hace unos días. Con su mayoría en las dos cámaras, Joe Biden tiene una oportunidad histórica de reformar estos cuerpos y, sobre todo, de atacar el problema de la violencia policial contra afroamericanos.

 

  • Se empieza a cuartear el consenso trumpista que dominó el Partido Republicano desde finales de 2016. Tras la derrota en noviembre y la irresponsabilidad de alentar una toma violenta del Congreso, líderes como Mitch McConnell e incluso el vicepresidente Pence—que sí asistirá a la inauguración de Biden—están dándole la espalda al empresario. Asimismo, comenzará una batalla entre republicanos moderados y radicales filotrumpistas por el control del partido.

 

  • La violencia son solo palabras divisivas llevadas a su conclusión lógica. Por eso, en política las palabras importan y más si vienen desde el poder. Sin embargo, algunos cobardes eligen ignorar ese hecho. Como muestra, la condena de Trump a los disturbios que dejaron 5 muertos, cuando días antes los había alentado. Al final, el presidente jugó con fuego y se quemó; tras su conducta, varios en su gobierno han renunciado, incluyendo dos secretarias de Estado.

 

  • Lo visto en el Capitolio es parte de una batalla mayor: la lucha de siglos entre democracia y autoritarismo. Hay razones para la esperanza, ya que la elección de noviembre fue un castigo a los Pero como advierte Anne Applebaum, “Puede ser su final como figura política (Trump), pero no el del trumpismo, que sigue siendo un fenómeno apolítico. Los demócratas de todo el mundo debemos prepararnos para la reacción del autoritarismo virulento.

 

  • Debemos aprender la lección. El próximo presidente de México debe alguien que rechace los extremos del populismo divisivo obradorista, y también del “elitismo tecnocrático” que le puso la mesa. Lo primero debe extirparse como forma de hacer política, pero lo segundo necesita una nueva envoltura, ya que necesitamos del servicio de los mejores y los más brillantes—especialmente en el mundo de hoy—.