La pandemia estará un rato largo con nosotros –tardaremos varios meses en recibir la vacuna–, y por lo tanto seguiremos metidos en casa durante una proporción muy importante de nuestras cotidianidades. Por ello, me permito advertirles de algunas trampas propias del encierro, con una aclaración: Si bien en ciertos casos hablo por experiencia personal, en general este texto se apoya en una investigación de campo que cumple con los más altos estándares académicos. 

Empiezo con la “Trampa del chat”. ¿Ves esos amigos que resultaban divertidísimos en las borracheras? Estás a punto de descubrir que, sin alcohol, resultan unos plomos. ¿Cómo? Con un chat. Es probable que alguien te incluya en uno que se llame, por ejemplo, “Arte contemporáneo mexicano”. Estás jodido. Porque o quedas fatal por salirte del chat a los dos días, o recibes 72 notificaciones por hora, con mensajes como “La última etapa de Gabriel Orozco es una delicia” o “Celebro este nuevo auge de la videoinstalación”.

Apunto enseguida la “Trampa del ex”. Conozco varios casos. Cuatro whiskies de buró el martes del mes 18 de confinamiento, y caes en la tentación: “¿Cómo estás? ¿Todos bien en casa? ¿Tu ma?”. Corte A: Recuerdan, ambos, en el post infernal, cuando hay que ponerse a platicar, por qué se separaron hace dos años, luego de una larga lucha contra la codependencia.

La “Trampa del ex” tiene una variación: la “Trampa del ex con sexo virtual”. No alcanzan las páginas de este periódico para contener la cantidad de peligros que acechan a quienes caen en ella. Consigno dos, ambos sufridos por amigos que prefieren guardar el anonimato. El primero tiene que ver con un calentón: El holi, qué tal tu ma, la diabetes, blablabla, conduce a experimentar con el sexo virtual, la sesión sale razonablemente bien… Y vuelves a enredarte en la onda codependiente de que hablábamos. El segundo es que morías de ganas de volver con el o la ex, le escribiste, se armó el sexo virtual, y no nada más salió fatal, sino que exhibiste la decadencia física: Esa panza propia del encierro.

Porque esa es la cuarta trampa: La “Trampa del pan de plátano”. El “Voy a aplicarme en la cocina”, con los kilos extra que esto implica. Lo que me lleva a la última trampa: La “Trampa de las camisas en línea”. De pronto, las camisas y los pantalones no cierran. Acudes a Amazon. Resultado: Camisas que siguen sin cerrar a la altura del ombligo, pero que tienen mangas para los brazos de un basquetbolista de Nueva Jersey.

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                                                                                                               @juliopatan09